Mucha gente lo desconoce, pero si eliminamos de la ecuación ese truco de magia que se relataba en la Biblia donde un hombre fue capaz, con tan solo cinco panes y dos peces, de multiplicar los alimentos para una masa enfervorecida y hambrienta, el otro gran truco ilusionista que la Santa Sede reconoce como milagro ocurrió en un pueblo de España. Esta fue la historia.
El cuento. El relato cuenta que el 23 de enero de 1949, en el pueblo extremeño de Olivenza, ocurrió un evento que desafió toda lógica: la multiplicación de una pequeña cantidad de arroz, permitiendo alimentar a más de 200 personas. El suceso, conocido en adelante como el milagro del arroz de Olivenza, se atribuye a la intercesión del fraile dominico Juan Macías.
No solo eso. El paso de los años lo ha convertido en algo más gordo, ya que es uno de los dos únicos milagros de multiplicación de alimentos reconocidos por la Iglesia Católica, junto con la multiplicación de los panes y los peces descrita en los Evangelios.
Hambre en España. El contexto de lo ocurrido se dio en la España de posguerra que atravesaba una grave crisis económica y social tras la Guerra Civil (1936-1939). En muchas regiones, el hambre era una realidad cotidiana, y la población dependía de instituciones benéficas y comedores sociales, en su mayoría gestionados por la Iglesia. Extremadura, una de las zonas más deprimidas del país, vivía con especial crudeza esta crisis.
En Olivenza, el párroco Luis Zambrano fundó el Hogar de Nazaret, un centro de caridad donde se ofrecía comida a los niños necesitados del pueblo y, cada domingo, también a sus padres. La subsistencia del centro dependía de donaciones semanales de las familias más pudientes, quienes cada fin de semana aportaban los alimentos necesarios para cocinar.
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El día D. Así llegamos a la fecha señalada. Al parecer y siempre según los relatos de la localidad, el domingo 23 de enero de 1949, la familia responsable de llevar los alimentos no cumplió con su compromiso, y la cocinera del Hogar de Nazaret, Leandra Rebollo, se encontró con tan solo 750 gramos de arroz para alimentar a cientos de personas.
Ante la desesperación, la señora depositó el arroz en una pequeña olla y exclamó: "¡Ay, beato! Y tus pobres sin comida". Aquella, al parecer, no era una exclamación baladí, ya que invocó a Juan Macías, a quien tenía gran devoción.
El milagro. Como decíamos al inicio, lo que cuentan que ocurrió después desafía toda explicación: el arroz comenzó a rebosar de la olla de manera ininterrumpida. Se empezó a repartir entre los asistentes y, al ver que no se agotaba, se distribuyó en las casas del pueblo y se almacenó en ollas mucho más grandes, de entre 15 y 20 litros de capacidad, utilizadas comúnmente en la matanza del cerdo.
El fenómeno aparentemente duró cuatro horas, desde la una del mediodía hasta las cinco de la tarde. Finalmente, cuando toda la población estaba saciada, el párroco Luis Zambrano retiró la olla del fuego y exclamó: "¡Basta!", tras lo cual el fenómeno cesó.
Impacto en la comunidad. Los hechos, según el relato, fueron presenciados por numerosos testigos, incluyendo no solo a los asistentes del Hogar de Nazaret, sino también a vecinos del pueblo y de localidades cercanas, quienes llegaron al lugar atraídos por la noticia. El evento se propagó rápidamente de boca en boca, generando una fuerte impresión en la comunidad.
Y llegó la Santa Sede. En 1964, el obispado de Badajoz inició un proceso de investigación canónica, conformando un tribunal eclesiástico de 14 sacerdotes para analizar los hechos. Se recogieron 22 testimonios, y el canónigo de la Catedral de Badajoz actuó como abogado del diablo, examinando con escepticismo cada prueba.
Cuentan que también se analizaron muestras del arroz recogidas por los asistentes en diversos laboratorios, sin encontrarse anomalías en su composición. Finalmente, en 1974, la Iglesia Católica reconoció oficialmente el hecho como milagro, atribuyéndolo a la intercesión de Juan Macías. Un año después, el 28 de septiembre de 1975, el fraile dominico fue canonizado por el Papa Pablo VI, convirtiéndose en San Juan Macías.
La ciencia del milagro. Obviamente, y a falta de pruebas que difícilmente se pueden encontrar ahora, desde una perspectiva científica no existe evidencia que respalde la posibilidad de una multiplicación espontánea de alimentos. Los análisis realizados en la época confirmaron que el arroz era común y no presentaba características especiales.
Y la ciencia, basada en principios de reproducibilidad y evidencia empírica, no puede corroborar eventos que desafían las leyes naturales conocidas. Si se quiere, el suceso se enmarca dentro de la fe y las creencias religiosas, más que en el ámbito científico. O quizás, como en el “milagro” de los peces y los panes, haya posibles interpretaciones.
El “truco” de los peces. El año pasado, unos investigadores demostraron que lo que contaba el Evangelio podía ser parte de un curioso efecto natural relacionado con un fenómeno de "muerte de peces" en el lago. Al parecer, este tipo de eventos se dan con grandes cantidades de peces muertos cerca de la orilla, lo que podría explicar por qué hubo abundancia de peces, por supuesto, de haberse dado un evento como el de los relatos bíblicos.
El estudio señalaba que es producto de un proceso denominado como "upwelling" que ocurre cuando el agua de baja oxigenación de las capas profundas sube a la superficie debido a ondas internas generadas por vientos. Ocurre preferentemente durante el verano, cuando el lago se estratifica en capas: una capa cálida en la superficie, una fría en el fondo, y una intermedia con un fuerte gradiente de temperatura. ¿Qué pasa? Que cuando las capas se mezclan, los peces quedan atrapados en aguas pobres en oxígeno, asfixiándose en la superficie.
Sea como fuere, el trabajo explicaba el milagro de los peces, pero no el de los 750 gramos de arroz que Rebollo multiplicó por ciencia infusa. Dicho esto, si por algo quedará en la memoria histórica es porque desde 1975 el pueblo de Olivenza se convirtió en una suerte de tierra santa.
Imagen | Adolfobrigido, Jesusccastillo
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