Basta con que te inicies en el yoga para percatarte, tras varias sesiones, de los beneficios físicos que trae esta disciplina para tu cuerpo. La tonificación general es evidente, así como un aumento de la elasticidad, pero hay un detalle que tendemos a pasar por alto y en el que cada vez insisten más los estudios científicos, y es que este deporte también es un plus a la hora de mejorar nuestras funciones cognitivas, dado que a través de los distintos ejercicios estimulamos la circulación sanguínea hacia el cerebro favoreciendo una concentración mayor y una memoria y capacidad de atención mejores.
Poner en práctica los diferentes asanas de yoga es un plus, pero existen ciertas posturas que nos ayudan especialmente a calmar nuestro sistema nervioso, haciendo frente a esos factores que pueden llegar a impedir el buen funcionamiento de nuestro cerebro, reduciendo los niveles de estrés así como la ansiedad. Por ello al incorporarlas a nuestra rutina podemos experimentar una mejora en nuestra salud mental. Estas son los tres asanas imprescindibles para tus entrenamientos.
Postura fácil
La Sukhasana, también conocida como la postura fácil, es un asana sencillo que se ejecuta sentada y se utiliza para la meditación. Es una opción perfecta para aumentar la relajación del cuerpo y a la par, una sensación de calma y paz cuando la practicamos con regularidad.
Postura de la cabeza hacia abajo
A diferencia de la postura anterior, que es apta para todos los niveles, este asana tiene un nivel de dificultad mayor, ya que requiere de mucha fuerza y equilibrio. Para empezar a ejecutarla nos ponemos de rodillas y apoyamos los antebrazos en el suelo. Desde ahí juntamos las manos en el suelo y entrelazamos los dedos mientras colocamos la cabeza en el mat de yoga.
Es importante que la parte superior de nuestra cabeza quede hacia abajo mientras nuestras manos sostienen el cráneo. Desde ahí levantamos las caderas y estiramos las piernas y poco a poco vamos levantando los pies del suelo.
Postura de loto
Nos colocamos sobre el mat de yoga con las manos a los costados y las levantamos hacia arriba manteniendo los codos rectos. Desde dicha postura comenzamos a doblar poco a poco nuestro cuerpo hacia adelante, formando un ángulo de 90 grados con la parte superior del cuerpo y nuestras piernas.
Mantenemos nuestras manos al lado de los pies e intentamos tocar nuestras rodillas con la frente. Es importante mantener las piernas lo más rectas posibles y aguantar en dicha postura entre unos 15 y 30 segundos. Finalmente nos levantamos poco a poco para volver a la posición de inicio.
Fotos| Andrea Piacquadio en Pexels
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