No lleva harina, ni levadura. Tampoco aceite ni mantequilla. Y sin embargo está absolutamente deliciosa. La torta delle monache es un bizcocho sin gluten con una receta centenaria nacida, según la leyenda que cuenta el chef italiano Giorgione, en el siglo XIII. En el convento de Santa Chiara, cerca de Siena, se preparan dulces pero una de las monjas se sentía mal cada vez que comía. Un día una hermana, mientras recogía almendras, pensó en molerlas para usarlas en lugar de la harina y al probarlo la primera monja, no tuvo ningún síntoma. Era celíaca.
Por casualidad nacía este pastel de ricotta y almendras absolutamente delicioso y facilísimo de hacer que es un clásico de las nonnas italianas. Te contamos cómo preparar una receta centenaria tan fácil, que la harás en cada celebración.
Comenzaremos por escurrir bien la ricotta para que pierda el suero. Podemos dejarla sobre un tamiz una hora para que pierda el agua. Para darle un sabor a limón más potente te doy un truco que siempre hago cuando preparo el clásico bizcocho de yogur, y es rallar la piel del limón sobre el azúcar y masajearlo con los dedos. Así, los aceites esenciales de la piel que son lo más aromático y potente del limón, impregnarán el azúcar. Creeme que la diferencia es bestial.
Ahora mezclamos el azúcar con los huevos y batimos bien con unas varillas hasta que a la mezcla le salga espuma y cambie ligeramente de color. Necesitamos que se blanquee y doble su tamaño. Añadimos la ricotta y mezclamos con movimientos envolventes para después añadir el licor (esto es opcional pero le aporta más profundidad). Toca añadir los ingredientes secos, harina de almendras y una pizca de sal para potenciar los sabores, y mezclar hasta tener una crema homogénea.
En un molde ponemos papel de horno o engrasamos para que no se pegue, y añadimos la mezcla que vamos a hornear a 170 °C durante 35-40 minutos con el horno precalentado. Una vez haya pasado el tiempo, pinchamos con un cuchillo y si sale limpio, es que está lista. Dejamos templar, desmoldamos y decoramos con un poco de azúcar glass.
Con un buen expresso, ya tienes una merienda italiana digna de la Toscana.
Fotos | Lisa de Pexels
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