Creerás que toda Cantabria ha sido ya descubierta por los turistas, ávidos de desconexión y esa paz que solo trae el norte de España. Pero hay una pequeña localidad cargada de encanto cántabro que casi nadie sabe que existe. Se sitúa junto al margen derecho del río Pas y es un festín visual en todos los sentidos.
El pueblo en cuestión se llama Barcenilla de Piélagos y está perfectamente escondida entre ríos y montañas. Vale, solo se separa de Santander por 20 minutos en coche, pero la sensación es de estar a años luz de cualquier otro lugar del mundo. Es una aldea tradicional de casonas de piedra dispuestas en hilera, llena de callejuelas laberínticas y con solo 404 habitantes.
Basta con pisar el pueblo para huir del barullo y de las prisas de la ciudad. Pasearlo es imprescindible, recorriendo el barrio de la Iglesia, su centro histórico, y descubrir la icónica Iglesia de Santa María de estilo románico y con datos que la fechan en 1226.
Otra visita casi obligada es el Puente Real de Barcenilla, uno de los mayores reclamos turísticos de la localidad. Pero el plato fuerte de esta aldea viene en su enclave privilegiado. En pleno nacimiento de La Fuentona de Ruente, una cascada intermitente que brota de la roca caliza y que ha sido declarada Bien de Interés Geológico.
El paisaje natural también es pintoresco y encantador. Este pueblo tiene hileras perfectamente regulares de maizales hasta donde alcanza la vista, que se alternan con verdes prados. Además, todo ello está salpicado con preciosos bosques de eucalipto, roble y encina en los que perderse a desconectar. Otra bonita estampa son los pequeños arroyos que encontramos en cada rincón. En definitiva, una de esas escapadas para apuntar en la lista y tener muy en cuenta de cara al otoño.
Fotos | Ayuntamiento de Piélagos, Esencia de Cantabria.
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