De todas las islas que tiene Japón, ninguna como la situación que se da en un pequeño y remoto enclave que responde al nombre de Awashima. Allí, apenas vive poco más de un centenar de personas, pero cuentan de forma inédita con dos oficinas de correos. Una es para los vivos. La otra, para todo lo demás.
Un lugar para lo irrecuperable. En la pequeña isla de Awashima, en el Mar Interior de Seto, existe una oficina de correos única en el mundo. No entrega cartas a los vivos, sino que recibe mensajes para aquellos que ya no tienen dirección: seres queridos fallecidos, amistades perdidas, versiones pasadas de uno mismo o sueños que aún no han llegado.
Se trata de la "Missing Post Office", un santuario de más de 60.000 cartas cargadas de nostalgia, esperanza y duelo. Si se quiere también, un lugar donde las palabras buscan aliviar la ausencia.
El origen de un refugio epistolar. La oficina de correos de Awashima, antaño esencial para conectar a los marineros de la isla con sus familias, cerró en 1991, víctima del despoblamiento que afecta a muchas regiones rurales de Japón. Durante más de dos décadas quedó abandonada hasta que, en 2013, la artista Saya Kubota la convirtió en un experimento artístico para la Setouchi Triennale, un festival de arte que permitió a los visitantes escribir cartas a cualquier destinatario, real o simbólico.
La respuesta fue abrumadora: 31.000 personas la visitaron y más de 400 cartas fueron depositadas en solo un mes. El proyecto estaba destinado a desaparecer tras el festival, pero Katsuhisa Nakata, antiguo jefe de correos de la isla, se negó a dejarlo morir. A sus 90 años, Nakata sigue recibiendo cartas cada semana, leyéndolas y clasificándolas como si fueran correspondencia oficial. Para el hombre, el lugar es más que un experimento: es “un espacio donde las emociones encuentran su destino, incluso cuando sus destinatarios no pueden responder”.
Tradición y cultura. En Japón, la muerte no significa un adiós definitivo. Aunque el país no tiene una religión dominante, las creencias budistas y sintoístas han moldeado la forma en que se percibe el más allá. Los espíritus de los fallecidos permanecen cerca de sus seres queridos, y muchas familias mantienen altares en sus hogares, donde colocan ofrendas y encienden incienso en honor a los difuntos. Por ejemplo, durante el festival de Obon, se cree que los espíritus regresan temporalmente al mundo de los vivos para compartir una última comida con sus familiares.
En este contexto, la "Missing Post Office" se ha convertido en un reflejo de esta conexión persistente entre vivos y muertos. Aunque no es la única: cada vez más lugares en Japón han comenzado a aceptar cartas dirigidas a los fallecidos, reflejando esa necesidad de procesar la pérdida en una de las sociedades con mayor envejecimiento poblacional del mundo.
Cartas sin respuesta. Contaba Nakata al Washington Post que cada semana la oficina recibe entre 10 y 20 cartas, la mayoría anónimas y sin remitente. Aunque muchas están dirigidas a seres queridos fallecidos, otras exploran distintas facetas de la memoria y la identidad. De hecho, Nakata ha reconocido a algunos remitentes recurrentes a lo largo de los años. Y de entre todas, dos historias en particular han dejado huella en la oficina.
La de una anciana que durante años escribió a su prometido, un piloto kamikaze fallecido en la Segunda Guerra Mundial, y la de una abuela que enviaba cartas a su nieto Yuta, fallecido cuando era niño. Durante años escribió dos veces al mes, hasta que un día, las cartas cesaron. Para Nakata, su silencio es una señal de que finalmente encontró paz.
Un espacio de despedida. Los visitantes que llegan a la oficina pueden leer libremente las cartas de otros, compartir el duelo y reconocer en ellas su propio dolor o anhelo. Casos como el de Lina Yokose, una joven de 30 años que visitó el lugar tras ver un documental sobre él en televisión. Después de leer varias cartas, decidió escribirle a su amiga Seika, fallecida en un accidente seis meses antes.
Si se quiere también, esta peculiar oficina de correos es un reflejo de Japón, un lugar que actúa como refugio en una sociedad en constante cambio. La nación enfrenta una transformación demográfica sin precedentes, con una población que envejece rápidamente y una creciente sensación de soledad entre sus habitantes. En este contexto, lugares como este ofrecen una vía para procesar la pérdida y mantener vivos los recuerdos.
Por supuesto, aunque las respuestas nunca lleguen.
Imagen | Tsuna Lu
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