Anabel Palomares
EditorEn una sociedad que nos exige la máxima productividad y atención, resulta que hemos disminuido ambas. Johann Hari, periodista y divulgador, entrevistó a cientos de neurocientíficos sobre la capacidad de atención y sus resultados los publicaba en el ensayo ‘El valor de la atención: Por qué nos la robaron y cómo recuperarla’, en que afirmaba que “hoy en día, lograr el estado de concentración necesario para hacer labores intelectuales complejas es una quimera”.
La Dra. Gloria Mark, catedrática de Informática e investigadora experta en los campos de la atención y la multitarea, también lo ponía de manifiesto en su libro ‘Cómo recuperar la capacidad de atención’. Mark revela "resultados sorprendentes acerca de cómo la tecnología afecta a nuestra capacidad de atención" y explica que “la atención media de una persona en 2014 que veía algo en una pantalla era de dos minutos y medio”. Ahora es de 47 segundos.
La tecnología y la capacidad de atención
El Dr. John Kruse, psiquiatra y neurocientífico, explicaba en un artículo que el hábito de digitalizar absolutamente todo -incluso nuestras relaciones sociales- ha reconfigurado nuestro cerebro para que “respondamos con mayor rapidez, anhelemos información con carga emocional y reduzcamos nuestra capacidad de pensar profundamente sobre los temas. Nuestra capacidad para comprender el contexto y los matices disminuye”. Es decir, la capacidad de pensamiento disminuye, independientemente de nuestro nivel de inteligencia. Según el experto, ocurre hasta en las mentes más brillantes. Hay incluso quien afirma, como el neurocientífico francés Michel Desmurget, que las nuevas generaciones son las primeras con un cociente intelectual menor que el de sus padres, en parte, debido al uso excesivo de la tecnología y las pantallas, como explicaba en su ensayo ‘La fábrica de cretinos digitales’.
Cómo afecta a nuestra inteligencia emocional
“A medida que pensamos con menos profundidad, también disminuimos nuestra capacidad de empatizar”, asegura Kruse. “La influencia de internet puede brindarnos más información y más entretenimiento, pero también contribuye a que seamos menos pacientes, más superficiales, menos informados y menos considerados”, sentencia. Nuestra inteligencia emocional disminuye y un uso excesivo de la inteligencia artificial (IA) también reduce nuestra memoria, nuestra capacidad para pensar críticamente y para resolver problemas de manera independiente según la Real Academia Nacional de Medicina.
No es que queramos demonizar a internet, la IA ni a la tecnología, sino invitar a la reflexión sobre lo que un uso excesivo puede llegar a provocar. El escritor Nicholas Carr, autor del superventas del New York Times ‘Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?’ y finalista del premio Pulitzer, está de acuerdo y afirmaba ya en su libro que "nos estamos volviendo menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados por la tecnología". Como bien aseguraba en una entrevista de la BBC, los hipervínculos no nos permiten concentrarnos, “nos volvemos tan absortos con la información que nos ofrece el teléfono que hasta cuando no lo usamos estamos pensando en hacerlo”.
El remedio para evitarlo es sencillo según Kruse: desconéctate de internet durante al menos una hora al día. Caminar sin el teléfono, practicando los paseos silenciosos. Leer un libro físico. Interactuar con otras personas sin una pantalla de por medio. Pasar tiempo en la naturaleza. Estas son solo algunas ideas, pero personalmente me quedo con una recomendación del Dr. John Kruse, que si tienes posibilidad de hacer, marcará la diferencia: “practica vivir la vida a tu propio ritmo, no al que el mundo intenta imponer”. Ojalá podamos conseguirlo.
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