Pues sí, es Stella McCartney, una de las pocas creadoras que rompe con esa regla no escrita que rige el mundo de los diseñadores fuera de las pasarelas: que siempre van iguales. Y cuanto más consolidados, más a rajatabla se cumple el maleficio del uniforme. Dejando de lado el amor por el transformismo del que hace gala John Galliano, el resto de diseñadores de primera línea, Karl Lagerfeld a la cabeza, brilla por su ausencia de eclecticismo. Incluso coetáneas de Stella como Phoebe Philo o Hannah McGibbon, por no hablar de las hermanas Mulleavy etc…, son bastante comedidas (porque que la Herrera no se quite la camisa blanca y el collar de perlas, y que la Karan no se apee de sus jerséis multicapas de punto, tampoco es que nos afecte demasiado).
McCartney, que no es que sea el colmo de lo variopinto ni falta que hace, tiene un estilo muy bien definido y acorde con sus creaciones. Lo que supone el mejor escaparate de su propio sello y la prueba de que lo que nos vende, y lo que ella compraría, no militan en partidos distintos.
Perteneciente al clan de madres londinenses trendsetters de pro, tribu formada por Kate Moss, Gwyneth Paltrow o Claudia Schiffer, entre otras, la hija del Beatle ha lucido este invierno y está luciendo este inicio de primavera los mejores looks de calle posibles.
Si los looks en fiestas y eventos de etiqueta varios, dan buena fe del gusto o falta de éste de una mujer, no hay ejercicio más significativo que el del lucimiento informal y desenfadado para dar con el veredicto final. Y Stella McCartney aprueba con nota. Se confirma que tiene un estilo redondo.
¿Que los maxi blazers son la piedra angular de sus colecciones? Nadie los lleva mejor que ella.
¿Que la prenda estrella son las chaquetas de corte masculino? Stella las borda.
Lo mismo que como buena inglesa borda las gabardinas.
No hace falta decir que su tono fetiche es el gris y su paleta de colores transita entre el negro, el azul y los crudos. Pero observándola tampoco es que se eche mucho de menos el color.
Hace poco que se atreve con tonos chillones como el rojo.
Y se estrena simultáneamente en la calle y sobre la pasarela.
Aunque hace sus pinitos con los pitillos....
Está claro que si se empeña en que vuelvan los pantalones de campana, al final, las hechuras de los setenta volverán por sus fueros fijo.
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