Prevenir el burnout que aparece ante un estrés crónico y no controlado tiene mucho que ver con nuestra gestión de las emociones y cuando lo logramos, conseguimos que aumente nuestro bienestar
Daniel Goleman publicó el primer libro sobre inteligencia emocional en 1995. Desde entonces no solo se ha convertido en una habilidad codiciada para conseguir tener relaciones más saludables, sino en una de las palabras más usadas (y buscadas) en el mundo empresarial. Nadie dice que no sea importante ser inteligente y bueno en tu trabajo. Ser competente en cualquier sector en el que trabajes es importante, igual que es ser inteligente en términos absolutos, pero probablemente no podrás avanzar en tu carrera basándote únicamente en la inteligencia. En cambio, la inteligencia emocional es el mayor predictor del éxito en el lugar de trabajo, y además puede ayudarte a manejar el estrés y evitar el burnout.
Esto es lo que afirma la Dra. Kandi Wiens, experta en burnout e inteligencia emocional de la Ivy League, investigadora y oradora. Para su último libro, ‘Burnout Immunity’, entrevistó a cientos de personas de éxito que trabajan en entornos estresantes como hospitales y averiguó que todos ellos eran felices en sus trabajos porque tenían respuestas más saludables al estrés. Usar la inteligencia emocional en el trabajo es la forma de prevenir el agotamiento que aparece ante un estrés crónico y no controlado. En su libro explica que las personas emocionalmente inteligentes y exitosas cambian su respuesta al estrés de “lucha o huida” a “desafío”, basándose en tres estrategias para conseguirlo: autoconciencia, autorregulación y automotivación.
Autoconciencia para averiguar qué lo ha provocado
Para poder cambiar la respuesta al estrés, lo primero es entender cuál o cuáles son los desencadenantes de esa respuesta en el trabajo. Por ejemplo, tu jefe llega un día al trabajo y hace una reunión en la que comenta a todo el equipo que las ventas han caído. Puede que esa situación te haga pensar en que lo siguiente que va a pasar es que te despidan. Podrías preocuparte porque exista la posibilidad de perder tu trabajo y sería una preocupación válida, pero obsesionarte con ella no te hará sentir mejor ni aportará ninguna solución al problema.
Para averiguar qué es lo que está desencadenando ese estrés, Wins sugiere reflexionar usando frases como “se me revuelve el estómago cuando…” o “me desconcentro si en el trabajo…”. También puedes ahondar en algo que haya pasado recientemente. “Piensa en las últimas semanas y busca cualquier ocasión que haya provocado una reacción emocional o física inmediata”, explica la experta. Es decir, piensa en si te sentiste enfadado, triste o abrumado en algún momento reciente de tu trabajo y reflexiona sobre qué fue lo que provocó esa emoción. Una vez identificado ese desencadenante, es hora de pasar a la segunda estrategia, la autorregulación.
Autorregulación con un suspiro fisiológico
La autorregulación es nuestra capacidad para reconocer y aceptar pensamientos y emociones negativos, pero regularlos hasta cuando el estrés aumenta. La situación complicada en tu trabajo, con las ventas bajando y un riesgo de que se produzcan despidos en tu empresa, es una situación que te hace sentir incómoda, te agobia y te preocupa. Las personas con más inteligencia emocional reconocen todas esas emociones y les dan su lugar, pero no dejan que ellas tomen el control de sus actos.
“Cuando nos enfrentamos a un factor estresante que escapa a nuestro control, creamos historias en nuestra cabeza para abordar lo desconocido, lo que puede llevarnos a una gran cantidad de autocrítica y pensamientos catastróficos”, explica Wiens en su libro. “Pero las personas resilientes y exitosas desafían sus suposiciones, son capaces de interrumpir el ciclo de pensamiento negativo y preguntarse qué es verdad y qué suposiciones están haciendo sobre la situación”. Si nos dejamos llevar por las emociones negativas es posible que entremos en un bucle de pensamientos negativos.
Una práctica de autorregulación que recomienda Wiens en su libro es el llamado “suspiro fisiológico”, un ejercicio de respiración profunda que busca relajar los efectos físicos que el estrés provoca en el cuerpo. El neurólogo Andrew Huberman de Stanford y el psiquiatra David Spiegel estudiaron los efectos de distintos tipos de respiración en el estado mental de las personas y observaron que es muy práctico para mejorar la oxigenación del cerebro en momentos de estrés. El motivo es que cuando sentimos estrés el sistema nervioso detecta una reducción en el oxígeno y un aumento de la concentración de CO2 en la sangre, por eso manda la señal de que hay que respirar más rápido. Sin embargo, si respiramos lentamente suprimimos esta señal de alarma. Según los estudios, la respiración lenta y profunda mejora la capacidad pulmonar, la variabilidad de la frecuencia cardíaca, la circulación y el tono del nervio vago que regula la relajación.
La forma de llevar a cabo el suspiro fisiológico es muy sencilla. Comienza por inhalar profundamente por la nariz durante cinco segundos y mantén la respiración. Sin soltar el aire, vuelve a inhalar durante un segundo y mantén la respiración tres segundos más. Ahora, exhala por la boca de forma lenta durante seis segundos con un suspiro, y repite el ciclo al menos tres veces.
Automotivación para cambiar el factor estresante por uno que nos invite a crecer
Podría decirte que lo que hace Simone Biles antes de una competición es automotivación. La sencilla frase “puedes con esto” nos recuerda que somos capaces de manejar situaciones estresantes. Lo que Wins explica en su libro es que “ver las situaciones estresantes como un desafío, no como una amenaza, puede ayudarte a pensar en ellas con claridad y a resolver mejor los problemas, en lugar de preocuparte por resultados negativos que aún no han sucedido”. Volviendo al ejemplo anterior, cambiar la perspectivo nos podría motivar a preguntar a nuestro jefe si nuestro puesto está en riesgo y en base a su respuesta, buscar soluciones de forma activa.
Para cultivar esa motivación y conseguir cambiar la respuesta al estrés de “lucha o huida” a “desafío”, Wins recomienda que la próxima vez que te veas ante una situación estresante te preguntes cuáles son tus fortalezas en esta situación, de qué recursos dispones o cómo has manejado en el pasado situaciones similares. Según la experta, “al pensar en un factor estresante como un desafío, estás reentrenando tu cerebro para que se concentre en la sensación de logro o recompensa que obtendrás cuando tengas éxito”, y esto es algo que la gente con más inteligencia emocional en el trabajo hace siempre. Por eso son felices hasta en los momentos más complicados.
Fotos | Piotrek Luszczak en Unsplash, JESHOOTS.COM en Unsplash, Priscilla Du Preez 🇨🇦 en Unsplash
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