Tras la pandemia, la vuelta a la oficina nos la tomamos muy enserio. Volver a compartir espacios en el trabajo, dejar atrás el chándal y los pijamas con los que nos sentábamos frente al ordenador pronto dio lugar a una oleada de entusiasmo que trajo consigo la romantización de la vestimenta corporativa de oficina o lo que se denominó como office siren. ¿Nuestros iconos de referencia? Desde Mirada Hobbes de 'Sexo en Nueva York' hasta Sylvie Gateau de 'Emily in Paris'. ¿Cómo no íbamos a querer ser esas mujeres tan estilosas y empoderadas?

El concepto era claro, pantalón de traje y blazer con unos mocasines o unos kitten hells para las amantes de los tacones, pero también estaba la apuesta más atrevida y sexy de falda de tubo a juego con camisas con el cuello abierto, al más puro estilo Barbie corporativa. Estábamos romantizando hasta la extenuación nuestro día en la oficina a través de nuestra ropa y era cuestión de tiempo que poco a poco ese juego de mezclar prendas y atreverse con nuevos estilismos se acabase agotando.

Algo así está sucediendo ahora. Parece que a la generación Z cada vez está más desencantada con el momento de elegir un look para ir al trabajo. Ya no le entusiasma eso del office siren o jugar a horas tempestivas a ser Meryl Streep en el 'Diablo se viste de Prada'. Entiendo perfectamente ese momento, hay veces que por muy fashion victim que seas, a las 06:00 de la mañana solo quieres ir con el piloto automático, ponerte tus vaqueros rectos, tu jersey negro más básico del armario y calzarte tus New Balance de confianza.

Parece que ya no hay hueco para una prenda llamativa, que el nuevo dress code para la oficina gira en torno a siluetas insípidas, colores apagados y falta de imaginación por todas partes. No seremos nosotras quienes critiquemos eso de ir cómodas al trabajo, pero, ¿qué pasó con eso de arriesgar con un look? ¿Nos vamos a pasar cinco días a la semana vistiendo de beige?

Y es que mientras nos ponemos una blazer oversize y unos pantalones de traje junto a unos buenos tacones para salir a cenar con nuestras amigas y nos marcamos un auténtico lookazo, para nuestra jornada laboral no estamos tan imaginativas. Parece que resguardamos cualquier atisbo de creatividad para más tarde, a poder ser lejos el edificio donde trabajamos.

Mientras tanto, en las oficinas imperan las camisas Oxford, las blusas blancas sin ningún tipo de estampado, los suérters negros de cuello alto y parece que contra todo pronóstico nuestros outfits se asemejan más a los de Steve Jobs que a los de Rachel Green en 'Friends'. ¿Será un agotamiento generalizado?, ¿quizás una falta de motivación con nuestro trabajo?, ¿es culpa de la inestabilidad laboral que sufrimos? Escribo esto mientras llevo un jersey negro. Seguiremos informando.
Fotos | @jen_wonders, Launchmetrics
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