Un mundo en donde la imagen lo es todo, donde la imagen se convierte en el medio y en el fin al mismo tiempo, la frontera entre el verdadero apoyo a las causas minoritarias y el oportunismo se traza con un lápiz muy fino, para que no marque el patrón de más y pueda borrarse una vez cortado. La moda tiene ante sí uno de los escaparates más mediáticos para apoyar según qué asuntos, ¿pero ese uso se hace a favor del problema o como táctica para que se hable de la propia marca?
Multirracial, multimercados
La moda podría ser considerada una industria multirracial. Todas las razas y países juegan dentro de este mercado globalizado. Aún así, como en todo negocio, hay pocos focos desde los que se mueven el grueso de las decisiones, la mayoría, por no decir todos, situados en los países líderes en desarrollo. Las pasarelas de Nueva York, París, Milán y Londres imponen una moda que acaba adaptándose en distintas escalas y tiempos según el mercado final.
En una industria tan multirracial sería ilógico encontrarse protestas contra el racismo de dichas pasarelas, pero esto sigue pasando hoy en día, con top models como Naomi Campbell o Iman como portavoces denunciando la escasa representación de modelos que no sean blancas sobre las pasarelas. Protestas tras las que luego surgen extrañas y casuales parejas.
The Diversity Coalition, la organización que busca la igualdad de oportunidades entre razas, comunicaba estos datos en 2013 sobre la Semana de la Moda de Nueva York: un 82,7% de modelos fueron blancas, un 9,1% de modelos asiáticas, un 6% de modelos negras, un 2% de latinas y un 0,3% de otras razas. En 30 desfiles no hubo ninguna modelo de otro color que no fuese blanco.
En 2014 desde The Diversity Coalition seguían denunciando la situación a través de una carta a la presidenta del Council of Fashion Designers of America (CFDA), Diane von Furstenberg - casualmente su siguiente desfile lo cerró Naomi Campbell y tuvo mayor mezcla de razas. Los datos volvían a ser vergonzosos, aunque hay cierta mejoría: en Nueva York desfilaron 37 modelos de color frente a las 8 de la edición previa, dentro de las marcas que forman la asociación. Hicieron lo mismo con Londres, París y Milán.
Son pocas las modelos de otro color que no sea el blanco que acaban llegando a ser consideradas top. La moda sabe muy bien que tiene que cuidar sus minorías y que entre 100 tiene que haber una modelo negra, asiática, latina o de otras razas. Como industria multimercado que es, esta minoría acabará siendo la imagen de las marcas más famosas en aquellos países donde tienen que lograr que otros públicos se sientan identificados con su mensaje.
En la actualidad Asia es el mercado por explotar y casualmente nos encontramos con una subida imparable por parte de las modelos asiáticas, pese a ser aún una minoría tan reducida que pocos harían una lista de 10 nombres tan rápido como la hacen de modelos blancas. Liu Wen, Fei Fei Sun o Sui He son algunas excepciones de una industria que si de verdad apoyase a la diversidad tendría todo un equipo de ellas.
Yo sí te entiendo
La sexualidad es un frente muy querido por la moda. Sirve a la perfección para que muchas firmas hagan su polémica de vez en cuando para salir en los medios, como es el caso de American Apparel, y para que otras tantas jueguen a provocar convirtiendo sus emblemas, prendas y complementos en objetos sexuales deseados por los consumidores a través de anuncios y campañas.
Ahora estamos viendo cómo la moda se va abriendo hacia la sexualidad de sus distintos clientes. Lo importante es quién llega primero, ahí está la noticia y por tanto, el titular. Barneys de repente sorprende con una campaña de modelos transgénero y Tiffany hace lo propio con una campaña entre parejas del mismo sexo.
¿Apoyo a la diversidad o apoyo a salir en la foto? Las marcas tienen que diferenciarse con sus campañas, que estas sean recordadas. Al mismo tiempo tienen que buscar nuevos públicos que por los cambios sociales (tan necesarios) surgen como alternativa a la que conquistar con otros nuevos mensajes. Las marcas entienden a todos los clientes, en especial si llevan una tarjeta por delante.
El culto al eufemismo
"Tallas grandes" es mi eufemismo favorito a la hora de ver cómo la industria busca nuevos públicos. Un buen ejemplo de la endogamia que vive este sector, que hasta para vender más tiene que crear etiquetas diferenciadoras para hacer ver que se preocupa por ese público "distinto", por mucho que dicho cliente quiera ser tratado igual que el resto.
Están vendiendo como "talla grande" a una mujer hermosa y con el físico de una persona corriente
La obesidad es uno de los principales problemas de salud en muchos países, y como con todo problema, surge una oportunidad de hacer negocio. A veces incluso las marcas buscan crear su propia firma de tallas grandes, con su identidad visual propia y un mensaje distinto. Eso sí, los nombres tienen que evocar placer, sensaciones y no diferenciación por una talla que es posible que en su origen tenga un fallo de planteamiento por ser demasiado reducida.Vuelven a ser noticias las "modelos de talla grande", surgen las top dentro de un talle extra (siempre tiene que haber una cara más visible que represente el fenómeno), las celebrities tienen a su amiga "talla grande", las revistas un nuevo concepto que justifique vender más ejemplares ese mes en el quiosco y hasta surgen agencias de modelos especializadas en tallas que en muchos casos rozan un problema de salud. Claro que luego viene la polémica y se encuentran que están vendiendo como "talla grande" a una mujer hermosa y con el físico de una persona corriente.
La discapacidad como diferenciación
En un negocio tan explotado como la moda, necesitada de constantes revoluciones y de sorpresas, donde lo fugaz por desgracia gana al largo plazo, la diferenciación pone en duda el apoyo a las causas que lo merecen. Cuando una marca protagoniza un desfile con un gran número de modelos discapacitadas o se da la oportunidad a una mujer con síndrome de Down surge la eterna dicotomía de cuál es el mensaje buscado.
Cualquier defensa en público y ante una gran audiencia será positiva para las causas que así lo merecen, aún teniendo segundas intenciones ocultas, si las hubiese. El hecho de abrir el debate es crucial, a partir de ese momento la madeja puede desembocar en cambios inesperados.
Por desgracia, el escaparate lleno de focos a veces da la sensación de convertir la inclusión en un medio más que un fin. Está claro que para que algo se normalice y pase de ser noticia a un hecho común alguien tiene que arriesgarse y vincularse a la causa, la duda es si la línea tan fina de la moda en verdad defiende dicha causa.
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