Su pequeño monasterio en Oosterhout se ha convertido en uno de los más conocidos del mundo gracias al vino y a la magia de las redes sociales
El cambio climático es el que abarrota las playas en Semana Santa, el que hace que en abril pasemos de los 30 grados a los 15 en un abrir y cerrar de ojos y el que dificulta las cosechas de medio mundo, como nos pasa en España con el aceite de oliva. La temperatura media de la Tierra es ahora 1,1 °C más alta que a finales del siglo XIX y también más elevada en términos absolutos que en los últimos 100.000 años. Para algunas zonas, ese cambio climático también es el culpable de que mejore, por ejemplo, la producción de vino.
Es el caso en países del norte de Europa, como Alemania. La subida de las temperaturas y la ausencia de lluvias favorecen que el cultivo de vino se dispare. A veces tanto que no saben ni qué hacer con él como en Oosterhout. Este pequeño pueblo al sur de Países Bajos, muy cerca de la conocida Breda. Allí, las monjas de su monasterio se encontraron con un problema: tenían más vino del que podían vender.
Una cosecha de más de 64.000 botellas en un pequeño monasterio
El monasterio, que lleva en pie desde 1647, se encontró en 2014 con una crisis económica que les forzó a tomar medidas si querían sobrevivir. Con la intención de ganar un dinero extra para el mantenimiento de sus edificios, reclutaron a unos 130 voluntarios, empezaron a cultivar vides y ahora su viñedo les permite embotellar unas 64.000 botellas de vino. Tantas que no saben ni cómo ni a quién vendérselas.
Tal y como explicaban al periodista Noël van Hooft, primero pensaron en hacer cervezas como ocurre con las abadías. Los monjes , por ejemplo en la Abadía de Leffe fundada en 1152 hacían cerveza con los productos locales, pero la idea no terminó de encajar para estas encantadoras monjas. “No pensamos que la cerveza y un monasterio de mujeres fueran muy apropiados”, afirmaba una de ellas. En cambio el vino sí. “El vino encaja mucho mejor, es bíblico y se refiere a Jesús”.
La solución para vender su vino: las redes sociales
Ahora pensemos en que, como ocurre con los dulces de convento, este producto se vende normalmente a aquellos que se acercan a comprarlo. 64.000 botellas de vino no parecen una cifra vendible de esta manera. Además, tenían problemas con el aislamiento en un edificio, así que el dinero era más que necesario. Para poder dar salida a todo ese vino pidieron ayuda a un portal de Breda que ayuda a los emprendedores agrícolas locales a vender sus productos. Thibaud van der Steen, fundador del proyecto, explicaba a The Guardian el pasado año que cuando llegó la petición hicieron “un video y una campaña para ellas”.
Este portal diseñó un plan de acción, contó su historia y se anunció en redes sociales. “¡Ayuda a las hermanas a deshacerse de su suministro de vino!” reza su propuesta. Lanzaron la campaña en 2023 junto con No Waste Army y Boerschappen y en apenas unos días ya habían vendido casi 5.000 botellas.
Las monjas de Oosterhout producen un vino blanco con mezcla de uvas Auxerrois, Pinot Blanc, Pinot Gris; y un vino rosado, con Pinot Noir y Gamay. Cada botella cuesta 14,50 euros y la caja de seis, 87 euros. Los beneficios de estos “vinos celestiales" como les han llamado en Breda Maak blij mlij se destinan al mantenimiento del monasterio y a que las monjas puedan seguir viviendo allí.
La hermana María Magdalena afirmaba el año pasado contenta: “Creo que hicimos una buena elección con los vinos. Hacemos feliz a la gente”. Desde luego sus ventas respaldan esta afirmación.
Fotos | Breda Maak blij mlij
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