Muchas personas han tenido una infancia complicada. De hecho, según datos que ofrece UNICEF, cerca de 400 millones de niños en todo el mundo sufren habitualmente algún tipo de disciplina violenta en sus hogares. Catherine Russell, Directora Ejecutiva de UNICEF, aseguraba que “una crianza afectuosa y lúdica aporta alegría y contribuye también a que los niños y las niñas se sientan seguros, aprendan, desarrollen habilidades y exploren el mundo que los rodea”. Puede que sea tu caso y hayas tenido la suerte de crecer en un entorno feliz y que como yo, sientas que has tenido una infancia maravillosa, pero no siempre nos damos cuenta de ello. Si respondes afirmativamente a la mayoría de estas preguntas, es probable que hayas tenido una infancia más feliz de lo que recuerdas, incluso si hubo momentos difíciles en ella.
¿Creciste en un hogar sin discusiones a gritos?
Las investigaciones sugieren que gritar,, hace que los niños sean más agresivos física y mentalmente, además de hacerles crecer en un ambiente en el que no se sienten seguros. Cuando gritamos a un niño, en realidad, podemos empeorar aún más su comportamiento y hasta provocar síntomas de depresión. Por contra, una comunicación saludable en la que no existan los gritos, facilita que las interacciones sean más fluidas y mejora la seguridad de nuestra infancia y por lo tanto, nuestra felicidad. Si lo que recuerdas son discusiones (y no peleas), tus padres te enseñaron a comunicarte de una forma saludable y eso es clave para crear y mantener relaciones, la clave para la felicidad según Harvard.
¿Evitaban decirte que “sí” a todo lo que pedías?
Mimar a un niño en exceso puede provocar que termine convirtiéndose en un niño malcriado, con lo que eso conlleva cuando crecemos. Como padres queremos cuidar a nuestros hijos pero eso no pasa por darles todo lo que piden. Les haríamos pensar en que pueden tener lo que quieran y cuando lo quieran y eso se aleja mucho de una vida real. Regalar pocos juguetes a los niños, por ejemplo, puede ser una decisión beneficiosa para su desarrollo emocional, cognitivo y social y nos ayuda a enseñar a los niños que la auténtica felicidad no está en lo que se tiene, sino en las experiencias y las relaciones.
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¿Te ponían límites?
Puede parecer que no hay felicidad en una infancia en la que tus padres te ponían límites, pero la hay. Irina Gorelik, psicóloga infantil, explicaba a la CNBC que la crianza amable “permite a los padres establecer límites y ser firmes cuando sea necesario, pero en un marco para que se haga con validación, apoyo y ayudando al niño a sentirse visto”. Y es que los límites nos enseñan, aunque pensemos que no.
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, explica que “los niños necesitan límites para desarrollar un sentido de seguridad y comprender qué comportamientos son aceptables”, además de que nos ayuda a entender que las consecuencias de nuestras acciones. Tus padres te pusieron límites de una forma saludable porque querían lo mejor para ti.
¿Pudiste jugar todos los días?
El juego es imprescindible en el desarrollo y por desgracia no es algo al alcance de todos los niños del mundo. “Jugar es explorar. Es aprender sobre el mundo, sobre uno mismo, sobre el otro y sobre la vida”, explican en UNICEF. En mi caso jugaba con mis padres pero también con mis hermanos mayores. Si tú también tuviste la suerte de compartir momentos de juego en familia estás de enhorabuena, porque no solo tendrás recuerdos maravillosos, sino que tus padres estaban protegiendo tu salud mental. Como explican en UNICEF, “los niños que juegan habitualmente con sus progenitores tienen menos probabilidades de padecer ansiedad, depresión, agresividad y problemas de sueño”.
¿Tenías amigos en el colegio y fuera de él?
La amistad es fundamental para el desarrollo de niños y niñas. Si no te sentiste ignorado o rechazado por amigos de tu edad, si tenías tiempo para pasarlo con ellos, si jugabais juntos… conseguiste muchos de los beneficios que aporta la amistad cuando somos niños, como la seguridad, el desarrollo de habilidades o el apoyo.
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¿Te dejaban resolver tus problemas?
Lo que hicieron tus padres fue evitar caer en lo que el doctor en psicología Padraic Gibson llama la “jaula de oro de la crianza”. Cuando nuestros padres intentaban siempre evitar que nos sintiéramos incómodos, o resolvían cualquier situación complicada o estresante por nosotros, nos hacían un flaco favor en nombre del amor. Hacer todo por nuestros hijos les impide enfrentar y superar los desafíos del mundo real, que son cruciales para el desarrollo cognitivo, la confianza o la autoestima. Si tus padres te dejaban equivocarte, experimentar los pequeños fracasos de la vida y resolver las cosas por tu cuenta, viviste una gran infancia en la que te dieron herramientas para manejarte en la vida adulta, ayudándote así a desarrollar una autoestima genuina.
¿Tu familia pasaba tiempo contigo?
Este punto es quizá, el más importante. Podemos tener padres que sean fantasmas o padres que estén presentes. Los primeros puede que sean meros proveedores y se aseguren de que no nos falta nada a nivel material, pero los segundos nos dedican lo más valioso que tenemos: el tiempo. Si tuviste la suerte de pasar tiempo con tu familia, con tus padres, con tus hermanos, con tus primos y tíos… y de que ese tiempo fuera de calidad, es más que probable que hayas tenido la suerte de vivir una infancia muy feliz y llena de recuerdos.
Fotos | Robert Collins en Unsplash, Charlein Gracia en Unsplash, Bruno Nascimento en Unsplash
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