Iñaki no vive su mejor momento. Y sí, ha recuperado a sus hijos y está locamente enamorado de Ainhoa, pero tiene una preocupación en mente. Pasan los meses y el agobio aumenta. Intenta poner remedio a su angustia pero jamás desaparece. El tiempo pasa y ningún empresario se decide a marcar el teléfono de Urdangarin. Nadie reclama sus servicios y la inactividad le pasa factura.
Desde que salió de la cárcel, Iñaki lucha por hacer una vida normal. Quiere levantarse cada mañana, desayunar un par de tostadas y poner rumbo a la oficina. Añora sentarse en su despacho, concertar reuniones, hacer presupuestos o sentir la presión antes de cerrar un buen acuerdo. El ex marido de la infanta desea trabajar como cualquier otro ser humano, pero la oportunidad no llega.
Así lo relatan desde Vanitatis. Iñaki espera sentado algún tipo de oferta y nadie le brinda un mínimo de confianza. "Por mucho que algunos lo intenten negar, quienes conocen bien al ex duque de Palma informan de que está sufriendo horrores por no tener trabajo", dicen desde el citado medio.
A Iñaki "le quita el sueño" esta cuestión y de ningún modo consigue un puesto de trabajo. "Cada vez lo ve más difícil y, sin objetivos laborales a la vista, su ánimo se derrumba...", cuentan. Ainhoa, en cambio, sí trabaja. Al parecer, está contratada por una pequeña constructora situada en Vitoria.
Iñaki no tiene suerte en este ámbito, pero goza de una estupenda vida familiar. La relación con sus hijos ha mejorado y hasta viajó a Camboya para visitar a la pequeña Irene, reacia a conocer a Armentia hasta hace unos meses. Ahora, la joven entiende que su padre es libre y respeta sus decisiones. Ha coincidido con Ainhoa y, al parecer, la relación es buena.
Fotos | Portada Diez Minutos / Gtres
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