Si tuviera que escoger dos cosas en las que soy experta, diría que en 'cagarla por bocazas' y en pueblos pesqueros. La primera no me ha llevado demasiado lejos, pero la segunda me ha empujado a viajar a rincones mágicos, pintorescos y muy desconocidos, como el que os traigo hoy. Os lo adelanto, es tan auténtico que no tiene ni cobertura y es que te transporta directo al siglo XIX.
Más que pueblo pesquero, estaríamos hablando de aldea o asentamiento. Se llama Los Molinos y es un pueblito de ocho habitantes al oeste de Fuerteventura, donde el tiempo se ha detenido por completo entre riscos, acantilados y las abruptas aguas del Atlántico. Y, a pesar de su lejanía y su diminuto tamaño, miles de personas peregrinan hasta aquí cada septiembre.
Apenas hay diez casas, todas ellas tradicionales y encaladas de blanco, como dictan las buenas costumbres majoreras. Su única decoración son detalles en verde o azul, además de hornos de leña a la vista y balcones de madera. Las calles son de arena sin asfaltar y el punto de reunión es Casa Pon, un bar restaurante con vistas inmejorables y el mejor pulpo de toda la isla.
Los Molinos está en mitad de la nada más absoluta, tras una carretera vacía que atraviesa malpaís y bastos paisajes volcánicos. Y ahí, al torcer la última curva antes de llegar al mar, emerge como un oasis del pasado. La entrada se hace a través de un puente que atraviesa uno de los pocos riachuelos que quedan en Fuerteventura, lleno de patos y de gatos salvajes que los acechan (y que de salvajes tienen poco, solo quieren mimos).
En pueblo en sí se recorre en 15 minutos, teniendo su lugar más destacado en el pequeño oratorio de la Virgen del Carmen, un altar protegido del mar con una figura de la virgen y cientos de conchas, donde los pescadores veneran a su patrona. Pero, ¿qué tiene de especial Los Molinos?
Además de estar alejado de todo y garantizar la absoluta desconexión del mundo interior, Los Molinos vive su punto álgido en septiembre. Las mareas del Pino llegan en esta época del año para ofrecer la mayor baja mar de la temporada, revelando una extensa playa donde antes había solo agua y permitiendo el paso a la Cueva Herminia, unas grutas que siempre están bajo el agua y que ahora pueden pasearse libremente.
Esta bajada tan marcada de las mareas hace también que Los Molinos cambie por completo su paisaje, siendo un lugar totalmente diferente en verano y en invierno. En verano tiene una enorme playa de arena, donde los turistas y locales se relajan y disfrutan del buen tiempo resguardados de los vientos que azotan la isla en los meses de más calor.
Sin embargo, cuando llega el otoño y las mareas vuelven a subir, arrastran esta arena que trajeron con el buen tiempo y el agua avanza, llegando casi hasta las casonas del pueblo y dejando únicamente una costa rocosa y escarpada.
A este fenómeno tan curioso, se suma que Los Molinos tiene uno de los atardeceres más mágicos de todo Fuerteventura y puedo dar fe de ello. Esta foto está tomada, sin filtros, en el mes de septiembre, cuando el mundo entero se volvió rosa y naranja.
¿Necesitas más razones? Si vas en invierno y se hace imposible el baño en la playa, atraviesa el pueblo en marea baja hacia la derecha y, cuando cruces un enorme caserón llamado "las Bohemias del Amor", sigue andando por el camino de arena hasta llegar a unas piscinas naturales preciosas. Recomendación: pon el GPS antes de llegar, porque allí perderás la cobertura.
Fotos | @pepatatas, @restaurantecasapon, Corralejo Info, Hola Islas Canarias, Hotel Barceló.
En Trendencias | 16 blusas de moda que son tendencia en 2025: todo a las transparencias, los volantes y los plisados
Ver 0 comentarios