Shakespeare lo llamaba el monstruo de ojos verdes y quien más o quien menos ha sentido alguna vez ese pellizquito en el estómago ante la idea de perder a esa persona (sus afectos, su atención) que es tan especial para nosotros, ¿verdad? Pero hay un punto en que los celos se convierten en un verdadero problema y entran en el terreno del trastorno mental, incluso llegando a producir delirios.
Celos... ¿normales?
Partamos de la base de que los psicólogos somos poco amigos de utilizar el concepto de “normalidad” porque, en realidad, es poco útil. Lo que es normal para ti no tiene por qué ser normal para otro. Ahora bien, hay veces en las que coloquialmente se puede usar “lo normal” para referirnos a lo esperable o lo estadísticamente habitual.
Dicho esto, sí, los celos son normales en tanto en cuanto suponen una emoción negativa que a menudo experimentamos los seres humanos,** del mismo modo que sentimos ansiedad, tristeza o angustia**. La idea de perder a la persona amada no es agradable.
Es una emoción negativa, sí, pero sentir celos no necesariamente significa que tengamos un trastorno, del mismo modo que sentir miedo no es un problema per se.
El miedo es una emoción adaptativa, la necesitamos para evitar lugares peligrosos, para sobrevivir como especie, sin embargo cuando pasa ciertos niveles se convierte en algo no adaptativo, en un problema: la fobia.
Así, en cuanto a los celos, en clínica se distinguen esos celos “normales”, esa emoción negativa que genera cierto disconfor, de los celos patológicos, esos que invaden a la persona, esos que incluso la llevan a tener “alucinaciones”.
Cuando pasamos la frontera
En consulta se consideran tres tipos de celos: los “normales”, los celos patológicos y por último una categoría realmente complicada, recogida en el manual de criterios diagnósticos más usado (DSM) como Trastorno delirante de tipo celotípico.
Esos celos “normales” de los que hablaba antes son controlables, no invasivos, facilmente reestructurables y racionalizables, son esa chispa que aparece un segundo y luego se marcha. Sin embargo pueden dar paso a otros nada, nada, nada adaptativos.
Celos patológicos
En consulta se considera patológico todo aquello que genere un malestar subjetivo en el sujeto o afecte a alguna de las esferas vitales (social, laboral, familiar).
En el caso de los celos, éstos entran en terreno patológico cuando:
- Son invasivos.
- Ocupan una buena parte de nuestros pensamientos.
- Cuando nos asaltan a lo largo del día sin que los controlemos.
- Cuando nos llevan a realizar determinadas conductas (más adelante hablaré de estas).
- Cuando implican una pérdida del sentido de la realidad (ya hablamos de evidente patología).
- Y por supuesto, cuando interfieren en el bienestar del propio individuo, y...
- Evidentemente, cuando interfieren en la relación y en el bienestar de la otra persona.
Los celos así surgen no del temor a perder, sino del afán de propiedad, no son una muestra de amor, sino la evidencia de una idea patológica que confunde amor con posesión. El afecto queda subyugado por el control, asfixiado hasta la extinción.
El celoso teme la pérdida del amor, la aparición de una tercera persona que venga a sustituirle, lo que le lleva a una hipervigilancia constante, a una alerta full time, a realizar determinadas conductas para evitar que esto suceda o para esclarecer si ya se está produciendo la infidelidad temida.
Quien siente estos celos patológicos se siente a menudo humillado tanto a nivel personal como social por su pareja cuando siente que está siendo ignorado o relegado a un segundo plano. Sin control posible por su parte, este malestar (infundado, claro está) le tortura.
La prueba o demostración evidente de su pareja de que no está habiendo infidelidad, deslealtad o cualquiera que sea su temor, los intentos de ésta por dar explicaciones y justificaciones, jamás tienen efecto.
No hay explicación que produzca alivio porque, recordemos, se trata de una fabulación del celoso, es un temor que está en su cabeza, no es racional, no se puede razonar con esta persona.
Es más, se produce un efecto paradógico: cuantas más explicaciones da la pareja, más siente el celoso “que algo pasa”, no produce calma alguna. “Me está dando tantas explicaciones porque algo oculta”, “Me dice esto pero en realidad...”. No hay respuesta buena, todo lo que se diga alimentará al monstruo de los celos.
Trastorno delirante de tipo celotípico
El Trastorno delirante de tipo celotípico se da cuando la persona está absolutamente convencida de que su pareja le está siendo infiel sin que haya la más mínima prueba objetiva de ello.
Digamos que la persona “se monta su película” y ve pruebas donde no las hay, interpreta situaciones, conversaciones, datos que son absolutamente nimios y neutros para cualquiera como una prueba evidentísima de la infidelidad.
Por ejemplo, considerar como evidencia definitiva de que su pareja le está siendo infiel el hecho de que se lave los dientes con bicarbonato. Dicho así seguro que te cuesta entender cómo de eso alguien puede extraer que le están siendo infiel, ¿verdad? Pero es lo que tiene este trastorno, que hay delirio, que no es racional.
Precisamente por la presencia de estos delirios se hace tan complicado que la persona contemple la posibilidad de que no esté sucediendo lo que temen: para ellos todo esto es real.
Entran entonces en una espiral de agresividad, de control por la pareja... Espían, miran teléfonos, bolsos... hasta la ropa interior que usa. Las conductas que puede llegar a realizar alguien con este tipo de trastorno son verdaderamente sorprendentes.
Superar tanto los celos patológicos como el Trastorno delirante de tipo celotípico requiere del trabajo con un profesional. Si sientes que has perdido el control, si tu pareja ha confundido el amor con la posesión, por favor, pide ayuda, acude a un especialista que pueda ayudarte. Nadie tiene por qué aguantar esto. Los celos NO SON AMOR.
Fotos | Pixabay.com
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