Debo de tener el algoritmo de Netflix muy bien entrenado porque, el mismo día de su estreno, me recomendó Sexify y me la vi del tirón (bueno, para no faltar a la verdad, fueron dos tirones pero solo porque quise prolongar el placer). De hecho, parece que no he sido la única en engancharse a esta serie polaca porque, en su primera semana, se ha colado entre lo más visto de la plataforma de streaming.
Habiendo crecido en los años noventa y pasado mi adolescencia en los dos mil, tengo que decir que no recibí la mejor educación sexual por parte del cine y la televisión (podéis preguntarle a vuestras hermanas mayores y primas por películas como American Pie, Supersalidos o Virgen a los 40 y llevaros las manos a la cabeza). Así que, cuando leí la sinopsis de Sexify...:
"Natalia es una joven desarrolladora de software que sabe mucho de programación y nada de sexo. Pero se acerca un concurso universitario de apps y con la ayuda de sus amigas Monika y Paulina, se embarca en la aventura de desentrañar los misterios del orgasmo".
... no me quedó más remedio que comprobar si, una vez más, me daba un coraje tremendo no haber nacido zoomer y, por lo tanto, tener unos referentes algo menos contraproducentes para mi bienestar y felicidad. El experimento dio positivo.
Podría decirse que Sexify es el satisfyer de las series de televisión. Si, hace unos años, el succionador de clítoris llegó para hacer que los juguetes sexuales orientados a personas con vulva evolucionaran por primera vez en décadas y pusieran el foco en ese órgano cuya única función es dar placer, la ficción original de Netflix renueva un género tradicionalmente protagonizado por hombres y las necesidades de su anatomía.
Aunque ha sido comparada con Sex Education, se diferencia de esta en que su protagonista, Otis, sí tiene bastantes conocimientos en la materia aunque solo sea de forma teórica. Por el contrario, en Sexify hay práctica pero no conocimiento y, por tanto, mucha frustración.
Por no hablar de que está protagonizada por tres mujeres con vidas sexuales muy distintas y que, de forma inusual en este género, pone el foco exclusivamente en el despertar sexual femenino.
Lo hace, además, esforzándose por no caer en estereotipos con Paulina, una joven católica que mantiene relaciones prematrimoniales y Natalia, su mejor amiga atea, a quien el sexo no despierta mucho interés y cuya "virginidad" no supone ningún problema ni para ella ni para nadie.
La tercera componente de este grupo de amigas, que en seguida se convierten en las tuyas también, es Monika. Rica, guapa y experimentada, sin que eso la libre de tener mal sexo en muchas ocasiones.
Porque con la excusa de querer ganar un importante concurso tecnológico con una app sobre el tema, lo que de verdad viene a mostrarnos la serie es que la sexualidad es complicada porque sigue siendo tabú.
Es decir, puede que hablemos de sexo abiertamente, sí, pero ¿hablamos de ello diciendo toda la verdad y sin miedo a sentirnos vulnerables, defectuosos por no encajar en una supuesta norma que, en realidad, en el sexo no existe?
El guión se esfuerza, de forma muy liviana y ligera, en desmontar lo que en la pantalla suele mostrarse, por mera necesidad de ahorrar tiempo de metraje, como lo que en la realidad tendría que ser ese encuentro plenamente satisfactorio e infalible entre dos personas liberadas sexualmente: un metesaca en frío de dos minutos. Well...
A raíz de trabajar en su app, Natalia, Paulina y Monika irán descubriendo los motivos que se esconden tras los datos de una reciente encuesta de Platanomelón que revelan que el 61,3% de las mujeres ha pensado alguna vez que tiene un problema físico por no lograr el orgasmo a través de la penetración y que casi el 40% se ha sentido avergonzada en algún momento por estimularse externamente la vulva.
Ya te hicimos un pequeño adelanto en este artículo, pero si quieres descubrir entre risas y sin mucho esfuerzo intelectual cómo lo más importante en el sexo es conocerse a uno mismo, primero, y la comunicación con la pareja después, mejor ponte Sexify. La recomiendo incluso para mujeres, como yo, que ya no son adolescentes pero siguen a la búsqueda del tiempo perdido robado en la exploración de su sexualidad.
Fotos | Netflix
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