Más o menos todas las mujeres hemos tenido o tenemos una relación un poco complicada con nuestra menstruación. En algunos casos, directamente, la relación es de odio supremo (y mutuo). Dolor intenso, hinchazón, molestias, humor cambiante, flujo abundante. Cada una sabemos cuáles de estos regalitos nos llevamos. Algunas afortunadas, ninguno; otras, todos juntos. Y, digo yo, ¿es realmente inevitable?
Dejando a un lado el pudor, voy a contar mi experiencia personal. Yo era de las que tenía todo ese pack de cosas, con especial incidencia de un flujo desproporcionado y un dolor infernal. Todo ello empeorando con los años, aunque con algunas épocas de tregua. Mi anterior ginecóloga no me recomendaba el uso de anticonceptivos orales por mi edad (35), por ser fumadora y por tener antecedentes familiares de problemas cardiovasculares. ¿Conclusión? Para mí, desde hace unos años, los meses tenían tres semanas. La otra, la de la regla, estaba vetada a viajes, playa en verano y casi cualquier cosa diferente a arrastrarme al trabajo como buenamente podía y vegetar en el sofá a dieta de ibuprofeno y mantita.
Hace algunos meses tuve un problema de salud grave (nada que ver con este tema). En una de las analíticas, mucho más completa que un chequeo rutinario, a mi hematóloga le llamó la atención un dato: no tenía hierro. No es que lo tuviera bajo, es que tenía cero. CERO. El resto de valores eran normales, así que me preguntó si tenía reglas muy abundantes. Cuando le respondí que sí, casi me gritó: «¿Y se puede saber por qué sigues teniendo la regla?».
Imaginaos mi cara. Evidentemente, en cuanto el resto de problemas de salud se solucionaron, incluidos dos meses yendo al hospital tres veces por semana a pincharme hierro, pedí cita con otra ginecóloga (había decidido ya antes cambiar por otros motivos). En cuanto le expliqué la cuestión de mi ferropenia (cantidad anormalmente baja de hierro en el organismo), y el hecho de que siempre me habían recomendado no tomar la píldora por el peligro de trombos, me dio la solución: la minipíldora o píldora sin estrógenos. Y me explicó que me retiraría la regla (toda ella, dolor incluido) y que, como mucho, podría manchar un poco en algún momento puntual.
¿Qué habríais preguntado vosotras llegados a ese punto? Yo lo tuve muy claro. «Vale, perfecto, ¿cuál es el pero de todo esto? Efectos secundarios y demás». Me respondió que podría sentirme un poco hinchada, ganar algo de peso o retener líquidos. Vamos, lo mismo que con cualquier otro anticonceptivo oral. Me salió del alma la siguiente frase: «¿Y por qué no toma esto todo el mundo?». Y mi ginecóloga me respondió con un encogimiento de hombros.
Para ser rigurosa, los efectos secundarios de los que habla el prospecto son: sangrado irregular, dolor o hinchazón en los pechos, náuseas, dolor de cabeza o aumento de peso. Y se indica también que no deben consumirla personas que padezcan o hayan padecido cánceres con implicaciones hormonales, o ictericia, trombosis o sangrados vaginales (además de, obviamente, los alérgicos a alguno de sus componentes).
El doctor David Delvin, especialista en planificación familiar y miembro de la Sociedad Europea de Contraconcepción, considera que la gran ventaja de esta píldora está en su idoneidad para aquellas mujeres para las que no están recomendados los anticonceptivos habituales.
Han pasado un par de meses desde que empecé a tomar esta píldora. La madre naturaleza ha debido de considerar que ya he sufrido lo suficiente en la vida, porque no solo he tenido todas las ventajas de la minipíldora (comercializada como Cerazette), sino que no he tenido ni un efecto secundario: ni pequeños sangrados ni aumento de peso ni nada de nada.
Ana Alonso, farmacéutica, nos dice que este medicamento continúa siendo muy minoritario. «No es la elección prioritaria, sino que únicamente suele prescribirse a aquellos grupos que presentan riesgo con los estrógenos: fumadoras, personas con colesterol alto o edades superiores a 35 años. Además, su efectividad anticonceptiva es ligeramente menos».
Hay opiniones para todos los gustos. Como dije al comienzo, mi experiencia personal está siendo muy positiva, lo cual no implica que sea válida para todas las mujeres. Pero sí he comprobado que, al comentarlo con mi entorno, esta píldora es una gran desconocida, excepto en sectores muy concretos como las lactantes, por ejemplo (es el único anticonceptivo oral compatible con la lactancia). Por supuesto, su prescripción debe pasar por el ginecólogo (es obligatoria la receta médica para adquirirla), pero, si sois de esas mujeres que sufrís una tortura mensual por culpa de la menstruación, mi consejo es que, al menos, consultéis con vuestro médico la posibilidad de probarla.
Fotos | Pixabay.
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