El otro día una amiga mía me dijo que ya no soportaba más tener whatsapp.
-Es agotador -se quejaba-. Parece que tienes que estar constantemente conectada. Los amigos te mandan un mensaje en plan “Oye, ¿cómo se llamaba aquel restaurante de sushi al que fuimos aquella vez? Quiero ir ahora.” Y claro, independientemente de lo que estés haciendo, si eres una buena amiga, tienes que dejarlo todo y darles la dirección. Esa inmediatez me mata.
-¿Y por qué no desinstalas la app? -le pregunté.
-Porque si lo hago, no me voy a enterar de nada de lo que le pasa a mi entorno.
Tengo que confesar que yo no soy muy amante de la mensajería, yo prefiero ver a la gente o hablar con ellos cara a cara, si es posible, pero no siempre lo es. Y para mí es una herramienta más para estar al tanto de todo lo que les pasa a mis amigos. Quizás no me siento molesta porque mis amigos valoran su tiempo y el tiempo de los demás, y no dan una pataleta porque no les responda al momento. Vete a saber.
Últimamente oigo a mucha gente quejarse de la supuesta imposición de estar siempre conectados. Los artículos sobre lo destructivas que son las redes sociales y lo imposible que es llevar el ritmo agotador de la comunicación es lo más leído en las web. Nos quejamos de estar estresados con tanta comunicación obligatoria: las madres tienen que participar en los grupos “mamis del cole”; las empresas cada vez más se comunican a través de esta herramienta; los amigos que apenas se ven y se lo cuentan todo por whatsapp; los amantes se quieren virtualmente y hasta discuten con emoticonos. Hoy en día los pantallazos de esas discusiones son el must de los chats de amigas. La gente camina por la calle con cabeza gacha estrenando la papada con apenas 20 años. Estamos tan viciados, que acabamos mareados de tanto amigo whatsappero. Las reglas han cambiado: si no te responde en cuestión de minutos, es que no eres su prioridad.
En serio, ¿qué nos pasa? ¿Dónde está la famosa paciencia?
El Whatsapp es una herramienta fantástica que ayuda a mantenernos unidos con los nuestros.El whatsapp es como un consolador, no tienes por qué estar soltera para querer masturbarte con él, ni dejar de hacerlo por tener con quién acostarte. Es algo diferente, una experiencia distinta, una cosa extra que no sustituye el sexo, sino que lo complementa. De la misma manera el whatsapp jamás será el sustituto de una amistad cara a cara. Y si lo es, ese es tu problema.
Los mensajes de voz de Whatsapp nos dan una magnífica oportunidad de estar todavía más cerca de la persona que nos importa, de no ser malinterpretado, de expresar emociones, y… de permitirle al otro escucharlo cuando él o ella puedan hacerlo. Sí, por desgracia la vida de ahora es mucho más caótica que la de antes, pero también nos regala experiencias que antes resultaban prácticamente imposibles. Y el Whatsapp, como otros tantos inventos, nos ayuda más que nos perjudica. Además nos enseña a expresarnos por escrito, algo que para muchos, hasta ahora, era algo utópico.
Al final nuestra relación con el Whatsapp, igual que con Internet en general y con las redes sociales en particular, no es nada más que un reflejo de lo que somos. Si tus amigos no te responden en una hora, puede que estén ocupados. Y si tan urgente es lo que les tienes que decir, llámalos. Si no te cogen la llamada, puede que sigan ocupados o, simplemente, que no estén pendientes del móvil. Y si no te la devuelven jamás, es que quizás no son tan amigos. Pero antes de descartarlos, preocúpate por ellos, igual les ha pasado algo. Esos enfados, esas interpretaciones, esas prioridades tan deterioradas: todo eso son el fruto de esas nuevas reglas que tienen de padrino a la impaciencia y al egocentrismo. Como decía Sergio Ferrer en su artículo en El Confidencial: "si eres gilipollas en Twitter, lo eres en la vida real". Extrapolándolo a nuestro tema: si eres gilipollas en la vida real, también lo serás en Whatsapp.
Así que paz, amigos y amigas. El Whatsapp es una ayuda importante para comunicarse, pero no el sustituto de una amistad. Si lo tenemos claro, sabremos apreciarlo como se lo merece.
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