Si eres joven y tienes éxito, recuerda esta frase: también esto pasará (te sentirás mejor)

Si eres joven y tienes éxito, recuerda esta frase: también esto pasará (te sentirás mejor)

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Si eres joven y tienes éxito, recuerda esta frase: también esto pasará (te sentirás mejor)

Tienes 25. Llevas una vida ajetreada. Trabajas mucho. Y tienes éxito. Quizás seas youtuber con cientos de miles de seguidores. Bloguera con importantes contratos con marcas de primer nivel. Instagramer que viaja por todo el mundo a gastos pagados. Te acaban de ofrecer escribir un libro para contar tu historia. Te invitan a dar conferencias. Ser tú es el sueño de miles de adolescentes. Tienes imitadores. Quizás incluso haters.

Llegar hasta aquí te ha costado mucho. Pero lo has conseguido gracias a que te has atrevido a seguir el ejemplo de otros. Sabías que querías ser la Chiara Ferragni española, la Aimee Song mexicana, la Kristina Bazan colombiana o la Rumi Neely argentina. Quizás también te hayan ayudado esos artículos tan abundantes en internet sobre cómo conseguir el éxito en la vida, cómo llegar a ser influencer o cómo mantener la motivación mientras te esfuerzas para llegar a ser la número uno.

Ahora lo eres. Pero no te puedes relajar. Detrás de ti, a cinco pasos de distancia, hay chicas que son como tú hace nada: ambiciosas, motivadas, dispuestas a darlo todo para ser la número uno, algo más jóvenes, lo que en el mundo de la imagen es siempre un ventaja… No puedes bajar el ritmo. Hay que correr muy rápido para permanecer en el mismo sitio. A veces piensas que es más fácil llegar arriba que mantenerse, porque ahora sí que no te puedes relajar. Y mientras hay miles de artículos sobre cómo conseguir el éxito, ojalá hubiera alguno sobre cómo ejercerlo.

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¿Sabes qué? Lo hay. Pero no lo ha escrito un gurú de las redes sociales, ni un experto en marca personal. Es un viejo cuento de las Mil y una noches. Dice lo siguiente:

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: - Me estoy fabricando un anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo. El rey tenía un anciano sirviente por el que sentía un inmenso respeto, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo: - No soy un sabio, ni un erudito, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje, – el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey - pero no lo leas, manténlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. No podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía: “Esto también pasará”.

Mientras leía “Esto también pasará”, sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital, hubo una gran celebración y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Vuelve a mirar el mensaje. -¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida. -Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará” y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el falso orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Entonces el anciano le dijo:

-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes.

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No hay más misterio en la gestión del éxito, sólo recordar que no es para siempre. No dobles tus esfuerzos para mantenerlo, ni te vuelvas paranoica defendiendo tu posición. Sólo tienes que relajarte y disfrutarlo plenamente, porque un día acabará.

Si lo aceptas hoy, cuando estás en la cima, no habrá amargura o resentimiento cuando dejes de ser popular. Cuando cumplas 30 o 35 y los blogs, los canales de Youtube o las cuentas de Instagram quedarán para los nostálgicos, tú tendrás otros retos y otras victorias por las que luchar. Porque así como no somos nuestros fracasos, tampoco somos nuestros éxitos. Somos muchísimo más que eso.

Fotos: Unsplash

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