Tengo la sensación de que la crisis del coronavirus nos ha devuelto de alguna forma la fe en la humanidad. El confinamiento, con sus pérdidas y sus duelos, sus inestabilidades y ansiedades, llegó a nuestras vidas como una pausa forzada para obligarnos a parar (como su propio nombre indica) y hacer balance sobre nuestra situación interna. ¿Realmente estoy donde quiero estar? ¿Es esta la vida que quiero llevar? ¿Qué es lo verdaderamente importante para mí?
Al otro lado del miedo
"Crisis significa un cambio profundo, pero no tiene por qué ser negativo", nos explica la psicóloga Rosario Domínguez, quien asegura que la demanda en su consulta ha aumentado considerablemente. "Aquellas semanas nos mostraron todo aquello que no funcionaba en nuestras vidas. Y no puede haber información más valiosa ni poderosa que lo que nos sale de dentro".
"Toda esta catarsis se ha llevado el agua turbia que cubría el fondo del lago y todo lo que había ha quedado expuesto y de pronto, no podemos seguir ignorándolo”, explica la antropóloga Izanami Martínez, a quien conocí durante la cuarentena a través de Instagram.
"Los superpoderes humanos que necesitamos para resolver esta crisis juntos y sin dejar a nadie atrás, están justo al otro lado del miedo", argumentaba. Autora del libro 'Vivir Notox', Izanami fue un apoyo para muchas personas en el momento en el que nos confinaron por su actitud para afrontar la situación.
En definitiva, y como si de un toque de atención se tratara, esta pandemia ha despertado conciencias. Todo este caos nos ha permitido observar qué aspectos de nuestra vida están en armonía y cuáles no. Hablamos con personas que han decidido cambiar su vida tras el encierro.
Sola en Washington
A Elena (31) el confinamiento le tocó alejada de su familia y sus amigos. Acababa de romper con su novio y vivía sola en Washington. "Fue una situación muy angustiosa. Me encontraba en una época de mi vida muy vulnerable y el coronavirus agravó aún más la situación. Sentía que no me quedaban fuerzas para nada y lo pasé muy mal. Entonces empecé a hacer terapia a distancia, yoga, y llamaba a mis amigas para tomar cafés telefónicos. Aunque seguía teniendo días muy malos, no recuerdo estar tan presente como desde entonces", confiesa.
"El cambio está en el interior. Estos meses me han servido para conocerme más que nunca. He aprendido a ser una persona fuerte y sé que todo pasa. Nada es definitivo. Las clases de yoga me sirvieron para indagar en esta disciplina y he empezado un curso para llegar a ser profesora. Hace unos meses no me gustaba mi trabajo y me aterraba la idea de la soledad. Ahora mi trabajo es un mero trámite para conseguir sacarme el título de yoga y sé que la relación más fascinante que podré tener en mi vida es conmigo misma..."
Ser madre en plena pandemia
Lucía (33) estaba embarazada de ocho meses cuando nos confinaron el pasado mes de marzo. Su hija nació en plena vorágine y pasó los tres meses encerrada en casa con su bebé y su pareja.
"Pensé que estaría súper triste por no poder tener a mis padres y hermanos cerca en un momento así. Teníamos mil planes preparados para cuando naciese la niña y todo giraba en torno a los eventos que haríamos para que todo el mundo la conociese. Ahora sólo con pensarlo la idea me estresa. Me di cuenta de que estaba haciendo un show con el nacimiento de mi hija. Que si una 'baby shower', copas para celebrar su llegada... Lloré sin parar los días antes del parto, cuando nos dijeron que nos confinaban. No podía creérmelo... Pero no necesité nada de todo eso".
"No recuerdo tres meses más felices. Desconectada del mundo, en mi realidad paralela. Sé que puede sonar duro porque era consciente de que fuera la situación estaba siendo muy dura, pero esta pandemia me ha servido para quitarme de tonterías", explica Lucía.
Montando su propio negocio
"Acababa de encontrar un trabajo nuevo tras meses buscando cuando nos confinaron. Me despidieron a las dos semanas y tuve que buscarme la vida porque con el sueldo de mi marido no llegábamos a fin de mes. Fue muy deprimente. Con mi edad (55), era consciente de las dificultades que tendría para encontrar un nuevo trabajo. Mi hija me ayudó a crear una cuenta de Instagram y recurrimos a amigas y contactos para enviar tartas a domicilio", explica Ángela, madre de tres hijos adolescentes.
"Pensé que no funcionaría pero lo cierto es que la gente tenía ganas de darse algún capricho y también me encargaron muchas para el día de la madre y cumpleaños. Ahora estoy buscando un local porque la cocina se me queda pequeña. Voy poco a poco pero estoy feliz, nunca habría llegado a este punto y me fascina cocinar", concluye.
Adiós a 'la boda perfecta'
"Me obsesioné con la boda de mis sueños y discutí durante meses con mi novio y nuestras familias porque yo quería un bodorrio por todo lo alto. No me di cuenta de que eso ya lo tenía con él... Falleció su padre por coronavirus y de pronto todos nuestros planes de boda dejaron de tener sentido. Hemos vuelto a estar más unidos que nunca y nos casaremos en 2021 con un enlace sencillo rodeados sólo por familia y amigos íntimos", explica Alejandra (35).
Fuera redes sociales
"Quise que mi vida tras el coronavirus fuese otra y en cierta manera ya está empezando a ser así. Vivía siendo dependiente de las redes sociales. Comparaba mi vida constantemente con la de los demás y empecé a notar que me deprimía si no tenía suficientes 'likes' o comentarios en mis 'stories'. De repente, falleció un familiar muy cercano y todo se volvió más que secundario. Y me viene ahora a la cabeza una de sus canciones favoritas: 'Me olvidé de vivir'. Y algo así me pasó a mí. Me emociono sólo de pensarlo. Y no quiero volver a olvidarme de vivir", recuerda, emocionada, Blanca (25).
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