Ir o no ir a la reunión de antiguos alumnos 15 años después

No me importa repartir caramelos a todos esos niños que aporrean mi puerta la noche de Halloween o que mis hijos reciban regalos de Papa Noel a riesgo de eclipsar a los Reyes Magos. Incluso acepté vestir a mi hijo de señor mayor para la fiesta de graduación de la guardería. Pero… ¿ir a una reunión de antiguos alumnos? ¡Ni lo sueñes! Todavía no estoy tan desesperada como Peggy Sue.

Esas fueron mis palabras cuando mi mejor amiga me propuso que acudiéramos a la reunión de antiguos alumnos de mi instituto. Quince días después allí estaba yo: vestida con mis mejores galas, peinada de peluquería y mostrando mi mejor sonrisa a la recalcitrante delegada de mi clase mientras ésta me apuñalaba la pechera con el alfiler de mi tarjeta de identificación.

¿Que por qué cambié de opinión? Por la misma razón que últimamente me planteo presentarme al casting del próximo Gran Hermano: escapar de la tranquilidad de mi hogar; es decir, librarme de baños infantiles, cenas, cuentos y tender lavadoras a la luz de la luna. Sí. La rutina también nos trastorna.

Pero volvamos al tema. Aquella noche me vi sometida a un déjà vu continuo, rodeada de las mismas personas con las que pasaba más de siete horas al día allá por el pleistoceno; con las que compartía risas, quejas y castigos en jefatura y que ahora, quince años después, me resultaban auténticos desconocidos. Me reencontré con mis BFF de la adolescencia, nos saludamos con grititos y cuando el profesor de filosofía se subió al escenario del gimnasio para dar su speech, me escondí en la última fila. En fin, sufrí una de esas regresiones al pasado de las que hablan los psicoanalistas, pero a diferencia de Peggy Sue, sin el momento dramático del desmayo.

¿Por qué te cuento esta historia? Existe una explicación: las reuniones de antiguos alumnos han llegado para quedarse; como los food truck, el brunch y las trenzas de boxeadora (que no a todas nos “favorecen”, oiga). Así que me veo en la obligación de recomendarte que te formules estas cuestiones, antes de pronunciar el "sí quiero" a tu fiesta del insti:

1. Recordarás la persona que fuiste hace 15 años, para lo bueno y para lo malo.

No nos engañemos, nos puede parecer que fue antes de ayer cuando lanzábamos los birretes al aire en la ceremonia de graduación pero han pasado quince años desde aquello. Y quince años no son moco de pavo. Quince años dan para muuuucho. La persona que somos ahora poco tiene que ver con la que fuimos en aquella época. Y no hablo de primeras arrugas, un nuevo tinte de pelo o de esos kilos descarados que, sin recibir invitación alguna, han decidido quedarse a vivir en el trasero.

Os hablo de algo más profundo, de nuestra esencia. Con la edad vemos la vida de una manera completamente diferente, por no mencionar cómo la vivimos. Nuestros objetivos y prioridades también han cambiado con el transcurso del tiempo, por ejemplo: hace quince años querías viajar por todo el mundo y ahora te conformas con viajar todos los días a tu trabajo en coche para no aguantar los efluvios del metro.

¿Y qué sucede cuando acudes a una fiesta de antiguos alumnos? Pues que inconscientemente te ves rebobinando la peli de tu vida para después machacarte con preguntas existenciales: ¿he conseguido todos mis objetivos? ¿llevo la vida que tenía planeada para mí? ¿en qué me he convertido?

Hacer un balance de lo bueno y malo como decía esa canción de Mecano es una trampa mortal para el hombre. Siempre falla o falta algo en la vida de una. De hecho, sería extraño que hubieras cumplido cada uno de los objetivos de una lista que confeccionaste a una edad en la que los Backstreet Boys te parecían la mejor boy band de la historia y creías a ciegas que Britney Spears no perdería su virginidad hasta que no se casase con Justin Timberlake.

2. Pregúntate: ¿realmente quiero viajar al pasado?

Si eres un fiel seguidor del movimiento 'Yo fui a la EGB' o estás convencida de que no ha existido jamás una serie mejor que 'Friends', es probable que la reunión de antiguos alumnos cumpla todas tus expectativas: recordaréis los apodos de vuestros profesores, el desmadre a la americana que fue el viaje de fin de curso y muchas otras anécdotas divertidas. Divertidas… para algunos.

—¿Recuerdas aquella baza que echamos Super Glue en las gafas de la parias de clase? ¿Cómo se llamaba esa tía? ¿Miriam? ¿Miranda?

—Mireia.

—¿Seguro? No me suena…

—Pues sí, estoy tan segura como que me llamo Mireia y tú José de la Rosa, alias el Capullo.

3. ¿Y quién acude a esas reuniones?

¿Los perdedores? Noooo. Excepto que los perdedores se hayan convertido en hombres y mujeres de éxito.

—¿Te acuerdas que los chicos del equipo de fútbol siempre destruían mis maquetas para tocarme las narices? Gracias a ellos, años después creé un video juego en red de construcciones donde los participantes luchan por destruir las grandes arquitecturas de los contrarios. Me lo compró una multinacional y ya me ves: forrado de pies a cabeza. ¿Y tú qué has hecho todos estos años?

4. Y te reencontrarás con tu ex… con tu maldito y macizo ex

Déjame añadir que si él sigue estando de toma pan y moja, suerte que tienes, amiga. Porque superada la ruptura (ya lo he dicho, 15 años dan para mucho) siempre puedes seguir colgándote la medallita ante tus amigas: “Sí, chicas, yo estuve con él y… ¡vaya, vaya! se conserva pero que muy bien: siempre tuve un gusto estupendo…” Y en casos no tan extraordinarios, que yo lo he visto con mis propios ojos, vuelve a chisporrotear la llama de la pasión entre dos antiguos amores.

El problema viene cuando nuestro compañero, el Sr. TIEMPO se ha cebado con tu ex sin miramientos. O le ha tranformado en un auténtico patán. Ahí la cosa cambia, amiga. Se te cae el mito en plena cocorota… la tuya todavía poblada de cabello, la suya como el estado de Arizona.

5. Prepárate para escuchar la bio de cien personas con reportaje fotográfico incluido.

Cuando la conversación va decayendo, todos los allí presentes hacen lo propio de este siglo; sacan sus móviles y te invitan a repasar foto a foto cada episodio importante en su vida: el día en que se casaron, el embarazo mes a mes, el parto, el primer puré del bebé, sus primeros pasos… Y da gracias a que eres madre y dispones de material para contratacar, porque aquellas que no se han casado o no tienen hijos… ni el santo Job ni Jennifer Aniston gozan de paciencia suficiente para aguantar semejante tostón y el chorreo de preguntas insolentes que les llueven: “¿no tienes hijos o no puedes?”, “imposible que no hayas conocido a nadie interesante; seguro que con la edad te has vuelto muy exigente”. Paciencia, hermanas.

6. Es posible que vivas algunos momentos de tensión.

Será mejor que te expliquen este punto los compañeros de Úrsula Corberó en 'Física y Química, que vivieron su tierra trágame particular, cuando la actriz hizo públicas las orgías que se montaban durante los rodajes.

7. Y, por último: asume las consecuencias “posreunión”

¿La mejor? Tu vieja amiga, tu alma gemela, aquella con la que te intercambiabas los cordones de las Converse, regresará al futuro de tu vida a lo Marty McFly. ¿La peor? Que te incluirán en un nuevo grupo de WhatsApp: “colegas del insti”. ¿Y la predecible? La resaca de la mañana siguiente. ¿O acaso pensabas que en las reuniones de antiguos alumnos servían mosto? Amiga, 15 años dan para mucho pero algunas cosas nunca cambian.

Foto| American Pie: reunión, Peggy Sue se casó, Hermanísimas, giphy.com

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