No sé a vosotras, pero a mí me lo han dicho no una, ni dos, ni tres veces: "eres una dramas" - y un intensa, pero ese es otro tema -. El problema es que nunca he tenido muy claro qué era exactamente ser muy dramática y a qué se referían exactamente. La realidad es que yo no me considero especialmente teatrera. Quizás un poco sensible, pero nada que me llevara a pensar que merezco el título de reina del drama.
Esto me llevó a pensar que, tal vez, las personas dramáticas no tenemos la información necesaria para darnos cuenta de que lo somos. O que, por el contrario, todavía somos muy poco tolerantes a las emociones de los demás y todo lo que suponga una demostración de emociones nos parece dramático. Por ello, para intentar esclarecerlo vamos a analizar las señales que nos indican que, efectivamente, somos un poco dramas de más.
Nos los tomamos todo demasiado personalmente
¿Te has descubierto a ti misma enfadándote muy seriamente por cosas que tampoco tenían tanta importancia y luego arrepintiéndote? Sí, a mí también me ha pasado. El problema es que, en el momento, no puedo evitarlo. Todos tenemos malos días, estamos de mejor o de peor humor o nos apetece más o menos hablar y eso es algo que debemos comprender y aceptar.
Sin embargo, a algunas personas nos puede afectar especialmente que alguien nos conteste un poco más serio, o que no tenga ganas de hablar con nosotros, porque nos lo tomamos de manera personal. Ese conocido que te encuentras y no te saluda - quizás porque no te ha visto - y en seguida piensas que te odia. O la amiga que ha tenido un día terrible, se olvida de llamarte y tú lo sientes como la traición más grande del mundo. La parte buena es que, cuando estamos en frío somos capaces de racionalizarlo, pero en el momento, quizás sí estamos siendo un poquito dramáticas.
Nos preocupamos de manera desproporcionada
Es posible que más de una vez te hayan dicho que te preocupas demasiado y que las cosas no son para tanto. La realidad es que todos los sentimientos son válidos y cada uno vive las cosas de diferente manera y está en su derecho. El problema viene cuando esto nos está empezando a afectar seriamente. A nosotras personalmente y a quienes están a nuestro alrededor.
Las personas que se preocupan de manera desproporcionada pueden tender a anticipar catástrofes que nunca van a ocurrir, y perciben la realidad de manera distorsionada. Esto puede acabar en un problema más serio como la ansiedad. Por ello, es el momento ideal para aprender a relativizar las cosas y enfrentarnos a las situaciones de maneras más objetivas.
Utilizamos confrontaciones pasivo-agresivas
En nuestra defensa, esto no es del todo culpa nuestra. Por desgracia, a muchas de nosotras todavía no nos enseñan a expresar nuestras emociones de una manera adecuada. Tendemos a tener que ocultar que estamos enfadadas, molestas, decepcionadas o tristes y no hemos aprendido a hacérselo saber a las demás personas.
Es por ello que, en vez de utilizar técnicas asertivas, cuando algo nos ha enfadado o dolido, podemos elegir expresarlo de formas más pasivo-agresivas, negando verbalmente que nos haya molestado, pero mostrando lo contrario con nuestra actitud o gestos. Esta pasivo agresividad puede molestar a quienes tenemos alrededor y, desde luego, no es una técnica adecuada de confrontación ni de comunicación. Intentar aprender a tener una comunicación asertiva puede ayudarnos mucho.
Cuando algo se sale de nuestro control sobrerreaccionamos
No podemos negarlo, nos gusta tener absolutamente todo controlado. Pero controlado de verdad, al milímetro sin que nada se nos escape. Si hemos quedado, sabemos exactamente qué vamos a hacer, a qué hora y dónde. Si hacemos una fiesta, no dejamos ni un solo cabo suelto. Planificamos las cosas hasta el mínimo detalle y nos podemos llegar a obsesionar con que todo salga perfecto. Por eso, cuando algo falla, incluso el más mínimo detalle, la reacción puede ser completamente desproporcionada y afectarnos gravemente.
Es comprensible que si hemos trabajado mucho nos duela que algo falle, pero es el momento de entender que en la vida siempre hay cabos sueltos e imprevistos, que seremos capaces de controlarlos y superarlos y que nadie nos va a juzgar si las cosas no salen absolutamente perfectas.
Tenemos cierta tendencia a sentirnos víctimas de la situación
En psicología existe el término "locus de control" y se refiere al lugar dónde cada uno de nosotros ponemos la responsabilidad o la causa de las cosas que nos están ocurriendo. Algunas personas tienen un locus de control interno, lo que les ayuda a sentir que lo que les ocurre depende de ellos, que tienen control sobre su vida y se responsabilizan de sus actos.
Por el contrario, las personas que tendemos un poco al drama, podemos tener un locus de control externo. Esto quiere decir que nos sentimos un poco vulnerables y sin herramientas ante las cosas que nos ocurren. Ponemos la responsabilidad fuera de nosotros, lo atribuimos a nuestra suerte o a nuestro destino y podemos sentirnos víctimas de las circunstancias. La realidad es que cosas malas nos ocurren a todos, no solo a nosotros, y no podemos evitarlas. Pero todos tenemos control sobre nuestra vida, nuestras decisiones y nuestras acciones.
Desde mi punto de vista, ser un poco dramáticas no está tan mal y no es grave, siempre y cuando no nos esté afectando a nosotras a nivel emocional, o a nuestra vida a nivel social o laboral. Muchos de estos rasgos también los tenemos las personas que padecemos ansiedad, por ello, si vivir así te hace sentir malestar, es importante que lo verbalices y busques la ayuda necesaria para volver a sentirte bien.
Imágenes: Crazy Ex Gilfriend, Giphy
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