Esta receta de patatas chafadas es comida de pobre, de pueblo... pero es, precisamente, en esa cierta candidez donde reside gran parte de su encanto. Además, están buenísimas. Es un plato que suele gustar mucho a los niños y completa muy bien todo tipo de menús. Aunque, sinceramente, son perfectas para devorarlas solas. Las cantidades son orientativas. Podemos calcular unos 200-250 gramos de patata por comensal y, a partir de ahí, añadir aceite y limón al gusto. Debe quedar un puré rústico y espeso pero bien jugoso con la mezcla de aderezos, que se absorben mucho mejor en caliente. Eso sí, hay que ser generosos con el zumo de limón porque marca la diferencia y también con la calidad del aceite.
Ingredientes
- Patatas (unas 3-4 unidades hermosas) 900 g
- Aceite de oliva virgen extra (aproximadamente) 60 ml
- Limón (aproximadamente) 2
- Sal
- Pimienta negra molida (opcional)
Cómo hacer patatas chafadas con aceite y limón
- Tiempo total 40 m
- Elaboración 10 m
- Cocción 30 m
En primer lugar, lavamos y secamos las patatas. Después pelamos y disponemos en una olla o cazuela grande. Cubrimos con agua fría añadiendo un poco de sal y ponemos al fuego, preferiblemente con tapa para ahorrar energía y tiempo. Llevamos a ebullición vigilando que no hierva a borbotones y cocemos hasta que se puedan atravesar con un cuchillo de punta.
El tiempo dependerá del tamaño y tipo de las patatas, así como de la potencia del fuego. No obstante, serán unos 25-30 minutos. Eso sí, no deben quedar muy blandurrias aunque queremos poder chafarlas sin demasiado esfuerzo.
Escurrimos el agua y las ponemos en una fuente o las dejamos en la propia olla, cuyo calor residual nos puede ayudar con el aliño. Después comenzamos a chafar con un tenedor (puede ser más sencillo si primero las rompemos con las puntas), y añadimos una pizca de sal fina y un buen chorro de aceite.
Seguimos chafando y mezclando, añadiendo el zumo de los limones, según tamaño. Eso sí, lo colaremos antes para evitar huesos y pulpa. Continuaremos con el proceso de chafar y aliñar echando más aceite y un poco de pimienta recién molida (opcional). Vamos probando y ajustando al gusto. La textura final debería ser como de un puré de patatas espeso y rústico, sin demasiados grumos gruesos pero tampoco meloso.
Estas patatas chafadas gusta tomarlas tibias, pero también están muy buenas frías. Aunque es mejor dejarlas atemperar fuera de la nevera. Añadiremos un chorrito de aceite y/o limón justo antes de degustar y, opcionalmente, pimienta recién molida. Como plato originalmente humilde se solía tomar solo para cenar, pero hoy es recomendable servirlo de guarnición.
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