La de anoche fue una gala muy especial durante la entrega de los Globos de Oro. Por primera vez, hubo algo más importante que el cine o los outfits de la alfombra roja. Ayer tocaba reivindicar y celebrar. Reivindicar el final de los abusos sexuales en Hollywood y celebrar el movimiento de sororidad que ha unido a las mujeres de la industria para decir «Me Too» (yo también) y «Time's Up» (se les acabó el tiempo). Hubo muchos momentos emotivos en la gala celebrada anoche en Los Ángeles, pero uno destacó por encima de todos: el discurso de Oprah Winfrey al recibir el premio honorífico Cecil B. DeMille.
Con el auditorio puesto en pie y coreándola desde el primer momento, Oprah habló de racismo, de machismo, de sueños cumplidos, de reivindicación, del papel de la prensa, del momento histórico que nos ha tocado vivir, del sufrimiento de las mujeres anónimas y de las esperanzas para las niñas del futuro. En la última fase de su discurso, ya toda la sala estaba puesta en pie aplaudiendo sus palabras mientras ella convertía sus palabras en una reivindicación que pone los pelos de punta. Esta es la traducción completa del discurso:
En 1964, yo era una niña pequeña sentada en el suelo de linóleo de la casa de mi madre en Milwaukee, viendo a Anne Brancroft presentar el Oscar al mejor actor en la 36ª Gala de los Oscar. Abrió el sobre y dijo cinco palabras que, literalmente, hicieron historia: «El ganador es Sidney Poitier». Al escenario subió el hombre más elegante que había visto nunca. Recuerdo que su corbata era blanca y, por supuesto, su piel era negra. Y yo nunca había visto a un hombre negro siendo homenajeado de aquella manera. Y he intentado explicar muchas, muchísimas veces lo que un momento como aquel supuso para una niña pequeña, una niña que buscaba asientos baratos, mientras mi madre llegaba a casa agotada de limpiar las casas de otras personas. Lo único que puedo hacer es citar la explicación de la actuación de Sidney en «Los lirios del valle»: "Amen, amen, amen, amen". En 1982, Sidney recibió el premio Cecil B. DeMille aquí mismo, en los Globos de Oro, y no se me escapa que en estos momentos hay muchas niñas pequeñas viendo cómo yo me convierto en la primera mujer negra a la que se le concede el mismo galardón.
Es un honor y un privilegio compartir la noche con todas ellas, y también con los increíbles hombres y mujeres que me inspiraron, que me retaron, que me sostuvieron y que hicieron posible mi viaje hasta este escenario. [...]
También sabemos que es la insaciable dedicación a descubrir la verdad absoluta la que impide que cerremos los ojos ante la corrupción y la injusticia. Ante los tiranos y las víctimas y los secretos y las mentiras. Quiero decir que valoro a la prensa en estos momentos más que nunca antes, ya que nos ha tocado navegar por tiempos complicados. Lo que me lleva a esta conclusión: de lo que estoy segura es de que decir la verdad es la herramienta más poderosa que todos tenemos. Y estoy especialmente orgullosa e inspirada por todas las mujeres que se han sentido lo suficientemente fuertes y empoderadas para hablar y compartir sus historias personales. Cada uno de los que estamos en esta sala somos homenajeados por las historias que contamos. Este año, nosotros nos hemos convertido en la historia. Pero no es solo una historia que afecte a la industria del entretenimiento. Es una que transciende cualquier cultura, geografía, raza, religión, política o lugar de trabajo.
Así que esta noche quiero expresarles mi gratitud a todas las mujeres que han soportado años de abusos y agresiones, porque ellas (como mi madre) tenían hijos a los que alimentar y facturas que pagar y sueños que perseguir. Ellas son las mujeres cuyos nombres nunca conoceremos. Son las trabajadoras domésticas y las trabajadoras de las granjas; trabajan en fábricas y en restaurantes, y están en el entorno académico, y en la ingeniería, y en la medicina, y en la ciencia; son parte del mundo tecnológico, de la política y los negocios. Son nuestras deportistas en los Juegos Olímpicos y nuestros soldados en el ejército.
Y son alguien más: Recy Taylor, un nombre que conozco y creo que todos deberíais conocer también. En 1944, Recy Taylor era una joven esposa y madre. Volvía a casa de la iglesia en Abbeville, Alabama, cuando fue raptada por seis hombres blancos armados, violada y abandonada a un lado de la carretera. Amenazaron con matarla si llegaba a decírselo a alguien, pero su historia se denunció a la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color, donde una joven trabajadora llamada Rosa Parks se convirtió en la investigadora principal de su caso y, juntas, buscaron justicia. Pero la justicia no era una opción en la era de Jim Crow [nombre que se da a las políticas de disgregación racial en Estados Unidos]. Los hombres que trataron de destruirla nunca fueron perseguidos. Recy Taylor murió hace diez días, justo cuando cumplía 98 años. Vivió, como hemos vivido todos nosotros, demasiados años en una cultura rota por hombres brutalmente poderosos. Y, durante demasiado tiempo, a las mujeres no se las ha escuchado o creído si se atrevían a contar su verdad sobre el poder de esos hombres. Pero su tiempo se ha acabado. Se les ha acabado el tiempo. Se les ha acabado el tiempo.
Y solo espero que Recy Taylor muriera sabiendo que su verdad, como la verdad de tantas otras mujeres que fueron torturadas en esos años, e incluso ahora... sigue en marcha. Estaba en algún lugar del corazón de Rosa Parks casi once años después, cuando decidió permanecer sentada en aquel autobús en Montgomery. Y está aquí con cada mujer que elige decir «Yo también». Y en cada hombre que elige escuchar. En mi carrera, lo que siempre he intentado hacer mejor, tanto en televisión como en cine, es decir algo sobre cómo se comportan realmente los hombres y las mujeres: decir cómo experimentamos vergüenza, cómo amamos, cómo nos enfadamos, cómo caemos, cómo nos arrepentimos, perseveramos y cómo nos recuperamos. Y he entrevistado e interpretado a personas que han resistido algunas de las cosas más horribles que la vida te puede deparar, pero la única cualidad que todas ellas parecen compartir es la capacidad para mantener la esperanza por una mañana más brillante, incluso durante las noches más oscuras.
Así que quiero que todas las niñas que estén viendo esto aquí y ahora sepan que vienen nuevos días en el horizonte. Y cuando ese nuevo día al fin llegue, será porque muchas mujeres magníficas, muchas de las cuales están en esta sala esta noche, y algunos hombres bastante fenomenales, están luchando duro para asegurarse de convertirse en los líderes que nos lleven al momento en que nadie tenga que decir «Yo también» nunca más. ¡Gracias!
Imágenes | Gtresonline.
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