Están a punto de cumplirse dos meses del inicio del confinamiento que convirtió nuestros hogares en oficinas, colegios, gimnasios y parques de juegos improvisados improvisados de la noche a la mañana y todo en un mismo espacio. El cese temporal de algunas actividades y el teletrabajo como medida preventiva ante la pandemia de coronavirus pusieron un parche al problema que planteó el cierre de todos los centros educativos a mediados de marzo. Sin embargo, la desescalada y la reincorporación progresiva de los trabajadores a sus puestos laborales abre ahora nuevas incógnitas y retos a familias ya agotadas.
Teletrabajo con hijos: trabajo a medio gas o a deshoras
Raquel Andreu es madre de un niño de cuatro años y dueña de una tienda de joyería y complementos en Zaragoza. Este lunes ya podría haber abierto su negocio con cita previa, sin embargo, le ha sido imposible hacer coincidir las horas que demandaba su clientela con las que su marido, que ha tenido que seguir trabajando fuera de casa durante el estado de alarma, puede tomarle el relevo al cuidado del hijo que tienen en común.
Según un estudio realizado por la plataforma Yoopies, en lo que llevamos confinados, el 62 % de las familias españolas ha contado con al menos uno de los progenitores en casa teletrabajando y cuidando, al mismo tiempo, de los hijos. No obstante, esta situación está lejos de ser la panacea para quienes la viven.
Raquel admite que en estos dos meses casi no ha podido dedicarse a potenciar la tienda online de Aloi o avanzar con los diseños de la nueva colección, debido a la cantidad de deberes que mandan desde el colegio y la falta de autonomía de un niño pequeño que no siempre entiende que su madre no puede jugar porque necesita sentarse delante del ordenador para redactar una nota de prensa.
Al ser su propia jefa, Raquel ha podido quitarse horas de teletrabajo a costa del futuro de su empresa, sin embargo, a Carlos Roberto le ha resultado imposible. Informático y trabajador por cuenta ajena, tiene que cumplir con su jornada normal de 9 a 6 de la tarde como si siguiera en la oficina: "recibo llamadas de clientes a los que tengo que atender, me conecto de forma remota o tengo que hacer alguna salida y en ese tiempo no puedo ocuparme de nada", nos cuenta por teléfono.
Él y su mujer, que no trabaja pero prepara oposiciones, tienen un hijo de 15 años y otro de 7 con autismo. "El mayor se mantiene ocupado porque le mandan muchos deberes pero el pequeño tiene una adaptación curricular y tenemos que estar nosotros haciendo las tareas con él o buscándole otras en las que sea autónomo".
Este panorama no les ha dejado más remedio que reorganizar su tiempo y coordinarse de forma diferente, por muy "agobiante" que les haya resultado: ella se ocupa de los hijos durante el día y estudia por las noches y es durante el fin de semana cuando Carlos se ocupa de quedarse con los niños.
Describen la situación que están viviendo como "un verano prolongado durante mucho tiempo". Con el añadido de que "no es lo mismo estar así solo dos meses, en los que además puedes cogerte vacaciones y dispones de otras opciones". Opciones como jugar la carta de poder llevarlos un rato a casa de algún familiar, algo a lo que tanto Raquel como Carlos se aferran como opción desesperada en cuanto la próxima fase de la desescalada lo permita.
El apoyo familiar, un recurso del que quedan excluidos los abuelos
Raquel está organizándose para que su hijo pueda quedarse con su hermana, que también tiene un niño de 9 años, a partir de la semana que viene. Sus padres y suegros, al ser población de riesgo, no pueden ayudarla y siente que el 11 de mayo ya sí que no le queda otra que abrir. "No tengo opción, tengo que abrir la tienda sí o sí", nos dice contundente esta empresaria y diseñadora que durante el confinamiento se ha beneficiado de la moratoria de la cuota de autónomos pero que no ha visto condonado ningún mes de alquiler de su local.
Ninguna de las dos familias considera viable la posibilidad de contratar a un cuidador profesional, sobre todo, por motivos económicos. Aunque Carlos sí tiene claro cuál sería para ellos la mejor ayuda que el Estado podría darles: ofrecerle los recursos de los que disponían en el colegio. Es decir, "que mi hijo pequeño pueda ir a una escuela de verano".
Los centros educativos abrirán en la fase 2, pero no para todos
Aunque la docencia presencial de este curso ha concluido, el Gobierno prepara para la fase 2 de la desescalada, que se iniciará el próximo 25 de mayo en aquellos lugares que hayan superado las etapas previas, la apertura de centros educativos a los que podrán asistir de forma voluntaria alumnos en tres supuestos:
Niños del ciclo de infantil (hasta 6 años) cuyos padres no puedan teletrabajar; alumnos de 4º de ESO, 2º de Bachillerato y de FP Media y Superior y último curso de Enseñanzas de régimen especial; y actividades de recuperación para alumnos en situación vulnerable. Todo, con un aforo máximo de 15 alumnos por clase.
Esta regulación conllevaría, si no cambia conforme avancen las fases y la necesidad de trabajo presencial de los padres, que familias como la de Carlos no puedan beneficiarse de esta ayuda. Tanto por la edad de su hijo pequeño como por encontrarse en casa uno de los progenitores, aún cuando el otro dejara de teletrabajar en la fase 3. Tampoco podría hacerlo Belén, madre de una niña de seis años y un niño de 2 en Tenerife.
Cuando el estudio de arquitectura en el que trabaja como administrativa tuvo que cesar por completo su actividad, a Belén le hicieron un ERTE. Pero, tarde o temprano tendrá que reincorporarse a su puesto de trabajo y, como su pareja es periodista y teletrabajaba desde antes del Covid-19, la única solución que se les ocurre para conciliar es pedir una reducción de jornada cuando llegue el momento.
De este modo, mientras ella esté en el estudio por las mañanas, a él le tocará trabajar a medio gas, ocupándose de las tareas del colegio y recuperando el tiempo perdido por la noche. Antes de la pandemia, la abuela de los niños les echaba una mano pero ahora ni se lo plantean ya que, por edad, es persona de riesgo.
Reducción de jornada, una posibilidad para quien pueda permitírselo
El Gobierno habilitó al principio de la crisis sanitaria una serie de medidas excepcionales para facilitar que los y las trabajadoras pudieran reorganizar su tiempo de trabajo y labores de cuidados. Según consta en el BOE, un trabajador puede solicitar una adaptación o reducción de jornada para cuidar de familiares por consanguinidad hasta el segundo grado “cuando sea necesaria la presencia de la persona trabajadora para la atención […] por razones de edad, enfermedad o discapacidad, necesite de cuidado personal y directo”.
Sin embargo, la reducción de jornada no es una posibilidad al alcance de todos. Por un lado, cabe la posibilidad de que la empresa la deniegue y, por otro, para familias como la de Carlos, donde solo entra un sueldo en casa, no pueden permitirse que este se vea reducido.
Aunque, en un primer momento, el Ejecutivo valoró la posibilidad de una prestación extraordinaria para padres que tuvieran que quedarse en casa durante el confinamiento, no se llevó finalmente a cabo y, por ahora, los trabajadores que se ven forzados a reducir su jornada laboral para cuidar a familiares a cargo han de asumir por sí mismos la falta de ingresos que conlleva.
Fotos | The Letdown
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